El factor Germán Mesa

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ACN - Cuba
Boris Luis Cabrera | Foto: del autor
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22 Junio 2025

    En Cuba, donde el béisbol se respira como un idioma secreto entre generaciones, pronunciar el nombre de Germán Mesa provoca hoy un eco profundo.

   Unos lo celebran, otros lo critican con dureza, pero nadie permanece indiferente ante la estampa de aquel torpedero que convertía el campo corto en un escenario de magia. Después de ser designado como nuevo director del equipo Cuba para los próximos cuatro años, el viejo debate regresó con más fuerza.

   Los comentarios negativos llovieron como granizo en redes sociales. Muchos de esos malos juicios nacen de mitos, repeticiones sin sustento, imágenes que otros dibujan y se hacen virales. Pero a veces, para conocer de verdad a un hombre, hay que mirar más allá del ruido y escuchar lo que dicen quienes compartieron con él en tierra firme, en la trinchera del terreno, donde el respeto no se regala: se gana.

   Ahí es donde entra el libro "El mago del campo corto", del colega Joao Fariñas, una biografía reveladora que reúne testimonios de peloteros extranjeros que fueron dirigidos por Mesa en su periplo por Nicaragua, Panamá, México o El Salvador. Y es en esas voces donde aflora otro Germán, menos discutido, más humano. El líder silencioso que transformaba equipos y moldeaba caracteres.

   Víctor Olmos, pelotero panameño retirado, recuerda aquel subtítulo con Panamá en 2008: “Un gran manager, instructor y pedagogo con una excelente personalidad. Sabía manejar al equipo… Fue un orgullo compartir con él y con los otros cubanos”. En esas palabras no hay ambigüedad ni diplomacia. Hay gratitud.

   Omar Obregón, jugador de cuadro nicaragüense y figura del equipo nacional, revela: “Me dio muchos consejos, que luchara como si cada juego fuera el último. Es una leyenda viviente… lástima que no lo pude ver jugar”. Esa admiración que nace sin haberlo visto en sus años dorados, dice mucho sobre la energía que aún emana su figura.

   Y es que Mesa dejó de ser hace rato solo aquel mago del guante que hipnotizaba con sus atrapadas. En su evolución como mentor ha aprendido a mirar más allá del batazo o del error. Ramón Flores, center field de Nicaragua y exprospecto de los Bravos de Atlanta, lo define con una frase que retrata su esencia: “Con su presencia te exige”. No lo hacía desde la altivez, sino desde la empatía, entrenando a la par de sus pupilos, convirtiéndose en hermano mayor, psicólogo, confidente.

   Uno a uno, los testimonios dibujan un perfil coherente: profesionalismo, disciplina, entrega. Everth Cabrera, quien lideró la Liga Nacional en bases robadas en 2012 con los Padres de San Diego, no duda en afirmar que Mesa “tiene el nivel de un entrenador de Grandes Ligas”. Y remata con una afirmación demoledora: “Lo incluyo en la lista de los 10 mejores de todos los tiempos en su posición”. No es un elogio gratuito. Es un homenaje.

   Mark Joseph lo ve como su padre deportivo. Darrell Campbell cuenta cómo lo preparó para el juego decisivo y le hizo creer en sí mismo justo antes de consagrarse. Dwight Britton destaca su don para leer el juego, su liderazgo sin estridencias, su valentía en momentos de presión. Ninguno de estos peloteros nicaragüenses habla de prepotencia. Todos hablan de respeto.

   Claro que no todos están obligados a venerarlo. Mesa, como cualquier figura pública, tiene detractores. Y los tendrá más ahora que asumirá el timón del equipo Cuba en torneos exigentes como la Copa América, la Serie del Caribe y el Clásico Mundial. La duda resulta libre, incluso saludable. Pero juzgar sin escuchar a quienes vivieron su guía de cerca es como criticar una obra sin haberla leído.

   Germán Mesa ha sido campeón con Industriales, ha triunfado en tierras lejanas, y ahora tiene el reto más difícil: unir a un país beisbolero bajo su liderazgo. No es poca cosa en tiempos de polarización y desconfianza. Pero si algo enseñan los testimonios, es que el “Factor Mesa” no se impone: se contagia.

   Quizá, antes de lanzar la próxima piedra, valga la pena mirar ese otro espejo. El que muestra no solo al ídolo que fue, sino al hombre que es. Uno que sigue creyendo que el béisbol, como la vida, se gana con disciplina, cercanía y un poco de magia.