En los barrios cubanos, entre aceras rotas y esquinas de polvo, nació un juego que parecía destinado a la infancia: cuatro esquinas, pelota de goma, manos como bates improvisados y la pasión del béisbol condensada en un espacio mínimo.
Ese juego, elevado luego a disciplina internacional por la Confederación Mundial de Béisbol y Softbol (WBSC), tomó el nombre de Baseball5 y hoy tiene a Cuba como su más fiel guardiana.
El próximo capítulo de esa historia se escribirá en Tepic, Nayarit, México, del 24 al 27 de este mes, cuando se dispute la II Copa Mundial Juvenil de Baseball5.
Allí, la selección cubana intentará revalidar su corona tras conquistar la edición inaugural en Ankara 2023, y de paso sellar un boleto hacia los Juegos Olímpicos de la Juventud Dakar 2026, donde este deporte vivirá su debut como disciplina mixta por equipos.
“Después de haber concluido el torneo nacional juvenil seleccionamos a 16 muchachos, ocho de cada sexo, para conformar la preselección”, cuenta en exclusiva para la Agencia Cubana de Noticias Eros Bernal Morales, jefe técnico nacional y uno de los principales arquitectos del éxito cubano en esa modalidad.
“Desde el 22 de agosto estamos concentrados en La Habana, con un plan de cuatro semanas que combina lo técnico, lo táctico y lo físico para llegar con la mejor forma posible a la competencia”, agregó.
Cuba, una potencia que nació en la calle
El Baseball5 se oficializó en 2017, pero su espíritu lleva décadas latiendo en las arterias nacionales. Aquellos juegos espontáneos de barrio fueron la semilla de una disciplina que hoy deslumbra al orbe por su velocidad, dinamismo y sencillez: un terreno pequeño, cinco jugadores por equipo y solo una pelota como protagonista.
En esa mezcla de tradición y modernidad, Cuba encontró un terreno fértil. La WBSC eligió precisamente a La Habana como sede de sus primeros talleres internacionales en 2017, y desde entonces el país ha marcado el paso: campeón mundial de mayores en 2022 (México) y 2024 (Hong Kong), y campeón mundial juvenil en 2023 (Turquía). Tres títulos que lo colocan en el primer lugar del ranking mundial.
“Tenemos dos objetivos en esta Copa Mundial: defender el título y lograr la clasificación a Dakar 2026. Será difícil, porque se trata de una nueva generación de jóvenes que apenas comienza a foguearse, pero estamos haciendo todos los ajustes para que puedan sostener la tradición”, subraya Bernal, también miembro de la comisión mundial de Baseball5 de la WBSC.
Camino al desafío de Tepic
El grupo de Cuba en el certamen juvenil no es sencillo: enfrentará a Kenia, España y Corea del Sur en la fase inicial. El formato establece duelos todos contra todos y luego cruces directos entre los cuatro primeros. Cada partido es una batalla rápida, casi como un relámpago, donde la concentración y la explosividad marcan la diferencia.
Sergio Arturo Pérez, campeón en la pasada edición, será el director del equipo y estará acompañado por Carlos Preval, quien llevó a Guantánamo al título nacional en mayores. Junto a ellos, Bernal coordina cada detalle: desde la táctica en el terreno hasta la gestión emocional de un grupo que carga con el peso de la historia.
“Los objetivos están claros y los muchachos lo saben. Nadie nos va a regalar nada. Hay mucha paridad en estas edades y cada rival será un obstáculo difícil. Pero la mentalidad del grupo es salir a darlo todo y llegar a la final”, asegura con convicción.
Más que un deporte, una identidad
El Baseball5 no solo ha dado títulos a Cuba: ha devuelto la memoria de los juegos callejeros, ha democratizado el acceso al béisbol y ha tendido puentes hacia el futuro. Niños que alguna vez jugaron en solares hoy miran a sus ídolos levantar copas mundiales, sabiendo que ese mismo juego de manos desnudas y gritos de esquina a esquina se transformó en disciplina olímpica.
Figuras como Briandy Molina, Haila González, Orlando Amador y Chakira Azpiazu, protagonistas de los campeonatos mundiales de mayores, se han convertido en referentes de un deporte que encuentra en la sencillez su grandeza.
A fin de cuentas, el Baseball5 es Cuba misma: creatividad en tiempos de carencia, pasión desbordada en espacios mínimos, resistencia convertida en triunfo. Y mientras el planeta se prepara para ver a los juveniles en México, la afición nacional recuerda que fue en sus calles donde nació esta historia.
“Nos quedan dos semanas de preparación, y cada día cuenta”, dice Bernal. “Queremos llegar en la mejor forma posible, con la misma esencia que nos hizo campeones: disciplina, alegría y orgullo de representar a Cuba”.
El camino será difícil, pero ya lo saben bien: no hay título que se conquiste sin sudor, ni sueño que se cumpla sin esa chispa de juego eterno que todavía resuena en las esquinas.