Cuando los Juegos Panamericanos Júnior enciendan la llama en Asunción el próximo 9 de agosto, una nueva historia comenzará a escribirse sobre el polvo rojo del sur paraguayo. Y allí, Cuba llegará con 230 esperanzas colgadas del cuello y una generación que pide pista para volar hacia el futuro.
Se ha vestido de gala la capital guaraní, envuelta en el ritmo sereno del río Paraguay y la calidez de un país que debuta como anfitrión de un evento continental de esta magnitud.
El Centro Acuático reluciente, la Villa remozada, los campos que se llenarán de gritos juveniles, todo apunta a una organización que hará justicia al espíritu olímpico. Será una fiesta del músculo joven, del sudor limpio, del primer gran salto de quienes aspiran a llegar al Olimpo del deporte.
En ese escenario, Cuba no va de paseo, con una delegación de 117 hombres y 113 mujeres, buscará algo más que medallas. Buscará una confirmación: la de que el relevo no se improvisa, se trabaja, se forja a pulso en las pistas, en las aguas, en los colchones, en los tabloncillos y los tatamis.
Los de este país terminaron en un meritorio quinto lugar en la primera cita de Cali 2022, con 70 medallas en el zurrón, 29 de ellas doradas. Pero Asunción es otra historia.
El objetivo está claro: mejorar. No solo por un puesto más en el medallero, sino también porque se trata de un examen serio, uno que definirá cómo nos presentamos al ciclo que desemboca en los Juegos Olímpicos de Los Ángeles 2028 y Brisbane 2032. Aquí se ponen a prueba los cimientos de lo que vendrá.
LAS CARTAS SOBRE LA MESA
El atletismo llegará con 44 representantes, dispuestos a conquistar el tartán con zancadas de porvenir. El canotaje y el remo, tradicionales fortines, se alistan para otra incursión exitosa, esta vez con la ventaja simbólica de remar en una bahía que huele a renovación.
La lucha, comandada por Yaynelis Sanz —abanderada y campeona defensora en los 57 kg- figura como carta segura. La halterofilia, con figuras como Emanuel de la Rosa, se perfila como espacio fértil para colgar metales en los pechos de acero. Y el judo, con Zail Ramírez al frente, promete combates donde Cuba no se achica, ni siquiera ante los más grandes.
Pero hay más que medallas en juego. Están las 216 plazas directas para los Panamericanos de Lima 2027. Clasificarse ahora es sembrar tranquilidad en el camino, quitar presión a los ciclos, llegar con el calendario a favor. Es también demostrar que, pese a los pesares, el deporte cubano aún puede proyectar luz y no solo nostalgia.
NO TODO SERA SENCILLO
Esta nación caribeña competirá en el 54.7 por ciento de las pruebas totales. Quedaron ausentes disciplinas donde resulta referente, como el boxeo, y enfrentará rivales que llegan con mayor fogueo y con años de roce internacional. La nueva normativa que permite hasta 23 años de edad pone sobre el tapete a muchos que ya rozan el profesionalismo, mientras que los nuestros aún afinan su técnica en los gimnasios nacionales.
Y, sin embargo, hay razones para creer. El 82 por ciento de la delegación ha pasado por centros de alto rendimiento, lo cual garantiza un mínimo nivel competitivo. Varios de los deportistas ya saben lo que constituye ganar en eventos continentales, aunque sean menores. Y, por si fuera poco, la presencia de ocho que repiten de Cali le pone un halo de continuidad al equipo, de experiencia interna, de liderazgo joven.
Lo que está en juego es más que una posición en la tabla. Es el alma de un sistema deportivo que, aunque golpeado, se resiste a ceder. Es la confirmación de que hay futuro y que se puede llegar lejos, que hay jóvenes que corren, que nadan, que luchan por Cuba.
Asunción será para muchos, el primer gran escenario de sus vidas. La primera vez que algunos escuchen otro himno más alto que el suyo, o la primera vez que sientan cómo suena el suyo entre lágrimas desde lo más alto del podio. Es el comienzo del ciclo olímpico. Pero también es, más que nada, una cita con el destino.
Allí estarán, y en las gradas, siempre habrá una bandera cubana ondeando firme, orgullosa. En las pistas, los nuestros correrán con más que sus piernas: con el peso de una historia, con el aliento de generaciones que también soñaron.
Porque en el fondo, estos no son solo juegos, es la semilla de todo lo que vendrá. Y como siempre, Cuba va por más.