Artemisa, 4 sep (ACN) El paratenista artemiseño Yunier Fernández Izquierdo, raqueta en mano como adarga al brazo, ha derribado cuanto molino se le interpuso en el camino en los Juegos Paralímpicos de París 2024, y solo le queda uno para sellar su larga carrera con el más brillante de los oros.
Sin importar el tamaño del “gigante con aspas”, el bicampeón panamericano emergió victorioso de cada lance, e hizo historia, pues nunca antes Cuba había ganado medalla en el paratenis bajo los cinco aros: él mismo quedó quinto en dos oportunidades; esta vez, ya garantizó al menos la presea de plata.
Inicialmente, barrió en tres parciales al egipcio Eslam Raslan, en la ronda de 16, con marcadores de 11-5, 11-5 y 11-5; ganó 20 puntos en el servicio e, incluso, tuvo rachas de ocho y de seis consecutivos.
Luego consiguió el boleto a semifinales tras vencer tres sets a uno al británico Thomas Matthews, bronce en Tokyo 2020, al imponerse en parciales de 11-5, 10-12, 11-4 y 11-9. Marcó 22 puntos en el servicio e hilvanó dos rachas de seis.
A continuación le esperaba el italiano Federico Falco, vencedor en cerrado duelo contra el sudcoreano Joo Young Dae, campeón en Tokyo y a su vez victimario en tres ocasiones del cubano. El de Palermo fue titular del orbe en 2017, quinto en el Mundial de Granada, en 2022 y, como Fernández Izquierdo, quinto en la capital nipona.
Resultó este el más reñido de los combates; mas, el ya experimentado deportista del municipio de Guanajay le superó en cinco sets, de manera épica, en parciales de 15-13, 11-6, 4-11, 10-12 y 11-2.
Marcó 27 puntos en el servicio, en tanto logró una racha de siete consecutivos y otra de cinco; cuando apeló a los golpes de efecto, anuló la defensa de su oponente y se volvió indescifrable para Falco.
Ahora irá por el oro el viernes 6 a las 8:00 de la mañana, ante el británico Robert Davies, quien venció al húngaro Endre Major en cuatro sets.
Davies es un ex jugador de rugby devenido campeón en los Juegos de Rio de Janeiro 2016, al imponerse en la final al sudcoreano Joo Young Dae.
Todavía el artemiseño tiene lágrimas en los ojos de tanta emoción, de saberse capaz de derribar molinos o gigantes, porque él también es grande.