Ariel Sánchez: un matancero en azul

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ACN - Cuba
Boris Luis Cabrera Foto del autor
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28 Agosto 2025

La Habana, 28 ago (ACN) Después de 19 temporadas defendiendo los colores de Matanzas, Ariel Sánchez afronta hoy un giro inesperado en su carrera: jugará con Industriales en la 64 Serie Nacional de Béisbol, que comenzará el próximo 2 de septiembre.

   El apellido Sánchez lleva más de medio siglo flotando como un eco en los estadios de Cuba. Viene de Jovellanos y ha dado al béisbol nacional una genealogía que parece escrita en diamante.

   Sus tíos Wilfredo y Fernando con más de dos mil imparables cada uno en Series Nacionales y miembros durante años de la selección nacional, marcaron su impronta en el béisbol cubano; y Arturo, su padre, también vistió la camiseta matancera con entrega, al igual que otros miembros de su familia.

   Ariel, heredero de esa estirpe, se encargó de tallar su nombre con paciencia y carácter propio y continuó la tradición.

   Zurdo elegante, de carácter fuerte y sonrisa fácil, se adueñó del jardín izquierdo y de la confianza de los aficionados.

   Con los años se fue colocando, casi sin ruido, entre los bateadores más consistentes de los campeonatos domésticos.

   Su promedio histórico es de .330, una cifra reservada solo para los más finos con el madero. Ya supera los dos mil cien hits, y cuando uno mira la lista descubre algo curioso: todavía lo aventajan sus propios tíos, Fernando y Wilfredo, como si el apellido Sánchez estuviera condenado a repetirse en las cimas de la estadística.

   Su destino parecía atado a Matanzas, hasta que la vida lo sorprendió. Esto es algo nuevo para mí, pero siempre me he caracterizado por no ser esquemático, confiesa en exclusiva a la Agencia Cubana de Noticias. En Matanzas entregué lo mejor de mí, pero siempre me gustaron los equipos de la capital, en especial Industriales. Desde niño los defendía en las discusiones con mis amigos. Siempre tuve el deseo de jugar aquí, aunque nunca pensé que lo haría, agregó.

   La oportunidad llegó en la III Liga Élite, cuando Industriales lo escogió como refuerzo casi al cierre. Respondió con una cosecha implacable: 16 hits en 34 turnos y más de .500 de promedio ofensivo en la postemporada. La camiseta azul le sentó como segunda piel. Me fue muy bien y no quise desaprovechar esa oportunidad, dice con naturalidad, como quien habla de un camino que simplemente se abrió.

   Su familia lo apoyó. Arturo, el padre, tardó un poco más en entenderlo, pero terminó dándole su bendición. “Al ciento por ciento”, asegura Ariel. Los tíos, símbolos de la fidelidad matancera, lo recibieron con sorpresa, aunque él no lo siente como una traición. No creo que por eso haya dejado de ser matancero. 

     Simplemente ahora estaré defendiendo los colores de Industriales, y los voy a defender mejor que cuando estaba en Matanzas porque estoy terminando mi carrera y quiero acabarla aquí, declaró.

   El vestuario azul lo acogió sin reservas. Los muchachos lo aceptaron desde un primer momento y se integró rápido. Es otra generación, pero me han hecho sentir en casa, dice. Lo han probado como primero y segundo bate en los juegos de preparación, pero él sonríe ante la pregunta: “Donde me pongan, voy a hacer mi trabajo”.

   Ariel no esconde que será duro enfrentar a su antiguo equipo. En los topes de preparación confiesa no haberse sentido bien porque toda su vida jugó con ellos y nunca se había encontrado en esa situación. Sé que habrá personas que se meterán conmigo para tratar de desarticular mi mente, pero haré caso omiso. Soy un profesional, sentenció.

   Hoy su mirada se dirige hacia un único horizonte: lograr el título con los felinos de la capital. Yo creo que Industriales puede ser campeón. Quizás sea temprano para decirlo, pero si todos nos unimos y nos enfocamos puede suceder. En nuestro pensamiento está ganar el campeonato, concluyó.

   Ariel Sánchez ha honrado a la dinastía, y aunque rompió con la costumbre de una familia que parecía condenada a una sola camiseta, lo ha hecho sin renegar de su raíz, siguiendo el instinto que lo llevó desde niño a mirar hacia la capital.

    Ha cambiado de uniforme, pero no de esencia, y en ese cruce de memorias y desafíos, el matancero se ha vestido de azul para escribir, quizá, el último gran capítulo de su vida en los diamantes. /