Nueva Gerona, 28 ago (ACN) Más de tres décadas de servicios hacen que el corazón de Rodrigo Rodríguez Rodríguez —residente en Isla de la Juventud— lata con la misma vehemencia que en los días fundacionales de las Tropas Guardafronteras de Cuba.
Fundadas el 5 de marzo de 1963 y en composición de destacamentos, esta fuerza del Ministerio del Interior —responsable de la vigilancia, seguridad marítima y de costas de la nación antillana— fue la razón de ser de este veterano que, aunque jubilado hace más de 10 años, continúa comprometido con la labor que desempeñó bajo lluvia, sol y sereno.
Fueron tiempos muy difíciles y tuvimos que hacer nuestro trabajo en condiciones extremas, comentó Rodríguez Rodríguez en exclusiva a la Agencia Cubana de Noticias, mientras remontaba su narración a la lejana década de los años 1960 cuando fue designado a proteger Cayo Largo del Sur, punto estratégico utilizado por enemigos de la Revolución.
El pelotón al que pertenecía lo enviaron a proteger ese cayo, utilizado con frecuencia por infiltrados al territorio nacional o a fin de dejar alijos de armas para la contrarrevolución interna en los primeros años de la Revolución, expuso.
Refirió que una vez creadas las Tropas Guardafronteras fue designado a cumplir misión en la entonces Isla de Pinos (hasta 1978), donde comenzó a interesarse por la utilización de perros entrenados para apoyar su labor.
Me enviaron a la extinta Unión Soviética, donde me capacitaron en Técnica Canina; pertrechado de esos nuevos conocimientos y habilidades, regresé a Cuba como instructor en esa materia y dirigí la actividad en todo el municipio especial durante siete años, dijo con sano orgullo.
Subrayó que el trabajo con perros es apasionante. Esos animales logran seguir el rastro de un desembarco, conducir al combatiente hasta el sitio de infiltración o encontrar lo que hayan ocultado en la costa, entre los manglares o en el monte.
En Isla de la Juventud son de una utilidad incalculable. sobre todo en el rastreo de recalos de droga, persecución de fugitivos o en la búsqueda de personas perdidas en los bosques del Sur. Es un trabajo agotador. A veces las operaciones son riesgosas o se prolongan por varios días. Y a eso se suman las largas caminatas bajo el sol, la lluvia y el azote de plagas de mosquitos y jejenes, agregó.
A pesar de los desafíos físicos y emocionales que enfrenta el personal de guardafronteras, Rodríguez ve con optimismo el futuro, reconociendo que los nuevos combatientes cuentan con tecnología y conocimientos avanzados. Dejó claro que siempre podrán aprender algo de quienes —como él— se forjaron sobre el "diente de perro" y los manglares.
“Fueron tiempos increíblemente difíciles, lejos de la familia, pero si tuviera la oportunidad volvería a vivirlos. El mayor orgullo es que mi hijo siguió mis pasos y hoy es oficial de las Tropas Guardafronteras. Él es el reconocimiento que más valoro”, concluyó con nostalgia.
Para este veterano fundador, las Tropas Guardafronteras no solo representan un compromiso con la seguridad nacional, sino también un legado familiar, que reafirma su papel en la historia y defensa de Cuba.