Cienfuegos, 3 may (ACN) “El síndrome de la chimenea” que por estos días regresa a Cienfuegos, no es ni un virus ni una enfermedad, todo lo contrario, es el mucho amor que rezuman por su piel los habitantes de la conocida Perla del Sur y, en especial, está conformado por el sentido de pertenencia de los más de 400 trabajadores de la termoeléctrica Carlos Manuel de Céspedes.
Este sentimiento se ha vuelve viral fuera y dentro de las redes sociales, porque ocurre justo en el corazón de los cienfuegueros y se desparrama en los perfiles de Facebook y de otras redes homólogas.
Allí se suben fotos de la chimenea para mostrarla hermosa, potente, mientras exhala bocanadas de humo como prueba fidedigna de la vitalidad de cada equipo o sistema reparado, montado y probado en la fase de ajuste, puesta en marcha y arrancada.
Los síntomas del "síndrome" -que muchos padecen incluso sin percatarse-, se expresa en ese estar constantemente pendiente a la chimenea para constatar que sale humo, sea blanco, negro o gris, pero humo al fin, indicador eminente del enlace de la generadora cienfueguera con el Sistema Eléctrico Nacional (SEN).
Tras el mantenimiento capital que reparó la turbina -corazón de la planta-, la caldera, equipos auxiliares, canal de entrada de agua de mar, planta de control de seis KV, entre tantas inversiones, ahora es una realidad que la “tres” está conectada al SEN y sube carga con la aspiración de alcanzar los 158 megawatt.
Ahora los comentarios pueblan las colas, las llamadas telefónicas, la feria de los sábados, o los centros de trabajo, incluso pudieran resumirse en la pregunta escueta que gritó al aire un bicicletero en su avance por la Calzada de Dolores, cuando vio asomado al balcón de su casa a un amigo-operador de “la Termo”: Dime, Jabao, ¿ya entró? Y el otro respondió: ¡Si, compadre, al fin ya está en servicio!
Sin embargo, el síndrome no es de dos días, ni de tres, ni siquiera tiene que ver con estos momentos difíciles de tantos apagones, porque es un sentir de muchos años, el cual está ahí latente entre la gente de esta ciudad marinera, y sobre todo en el colectivo de los obreros de “Céspedes”.
Juan Bravo, director técnico de esa empresa, confesó a la Agencia Cubana de Noticias que también él es parte de ese hábito: “Si, yo soy de los que de mi casa también miro hacia acá para ver la chimenea, no se ve directamente, pero camino unos pasos y la observo, aunque también llamo por teléfono para verificar.
“Es que procedo de la parte productiva, empecé aquí en la planta como operador, después fui jefe de los operadores, luego director de mantenimiento y ahora director técnico.
“Soy ingeniero mecánico, hemos recibido cursos de capacitación y además el estar constantemente ahí, eso permite a uno conocer al dedillo a esos bloques, y sin dudas transmite esos detalles a la familia, porque mi esposa sabe por ejemplo que si el humo sale blanco, pues la combustión es buena”.
Pedro Cepero Álvarez, especialista principal del grupo de inspección de mantenimiento en esa entidad, se sorprendió ante la pregunta, pero sonrió mientras confirmaba que ha sentido esa “linda enfermedad” por muchos años, en los cuales el colectivo ha innovado cientos de piezas y sistemas para las unidades.
Otros desconocen lo pegajoso del “síndrome”, pero la prueba está en aquellos ex trabajadores, quienes por diversos motivos fueron a laborar a otras empresas, y aún continúan pendiente de la torre roja y blanca de la Termoeléctrica.
“Cuando voy en algún carro por la doble vía, sea para salir o entrar a Cienfuegos, nunca dejo de mirar para lo alto de esa mole” afirmó Agustín Solís, quien laboró allí por muchos años.
En conversación con varios operadores de las dos unidades se pudo conocer que cuando la añoranza les llega, aunque estén de vacaciones hacen su llamadita a la sala de control de Mando Térmico para conocer nuevos detalles y estar al tanto de la planta.
Cuentan que algunos, hasta en los cuatro días de franco, convierten la ventana de casa en el atalaya para divisar la chimenea, y asegurar a pie juntilla que ya encendió la caldera, o sincronizó la unidad, como si pudieran divisar todo cuanto pasa desde la grada en un terreno de pelota.
Dentro de ese grupo de operadores están Luis Quesada, Boris Bosch, José Luis Pérez Borroto y Jorge Alberto Jiménez Rodríguez -el gran Tito-, entre otros, todos del turno A, a quienes les tocó realizar las últimas pruebas y "pulsear" la arrancada de la unidad este Primero de Mayo.
Una arrancada que no se puede escribir con una sola palabra, porque contiene muchos adjetivos, tensos días de pruebas, sudores, nervios, y hasta de esa acción tradicional de tocar madera, ¿por qué no?, para que a la unidad tres en su arranque triunfal le fuera bonito.
Y ahí está su chimenea orgullosa, echando humo, gracias al corazón de tanta gente.