Guantánamo, 23 ago (ACN) Cuando se habla con Oceanía Orihuela Bignote, se tiene la certeza de haber conocido a una mujer cuya fortaleza no conoce de imposibles, y a la cual los rigores y golpes de la vida no lograron desesperanzar y mucho menos, rendir.
En Casimba Arriba, una comunidad rural del municipio de Manuel Tames, nació el 18 de febrero de 1962 esta guantanamera, que asegura emocionada y sin titubeos, que la Federación de Mujeres Cubanas (FMC) ocupa un lugar privilegiado en su corazón.
Mis padres eran muy humildes, él fue trabajador particular, pero con el Estado; garantizaba el agua a los albergues cañeros y aunque se acostara con unos tragos de más, a las cinco de la mañana ya había hecho su labor, y mi mamá era ama de casa, capaz de ir hasta la escuela a comprobar si era cierto que un maestro me había dado una tiza o prestado un borrador para la casa de estudio, me cuenta.
En cuarto grado nos mudamos para el poblado de Jamaica, en sexto nos hablaron de la necesidad de maestros y fui la primera del aula que levantó la mano; ingresé a la entonces Escuela Formadora de Maestros y cuando me gradué, comencé a trabajar en la comunidad de Paraguay.
Allí fui guía base de los pioneros, era maestra pero pasaba muchas dificultades, tenía a mi hijo mayor y estaba embarazada del segundo, los muchachos eran alérgicos, por eso agradezco tanto a las personas que me ayudaron en esa etapa, siento que me gané el cariño de los padres, de los vecinos.
Llegó entonces la propuesta para el trabajo en la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC), como cuadro profesional en la Escuela Vocacional, en Guantánamo; el tránsito por el Comité Provincial de la organización, la Escuela de Arte, “porque realmente el traslado desde Paraguay me era muy complejo”, allí fue guía, en momentos en que también la ocupaban las tareas de delegada del Poder Popular: “me preguntaron si podía asumir como presidenta del consejo popular allá en Paraguay y lo hice con mucho amor”.
Yo me la pasaba montada en una bicicleta, decía que las 24 horas, metida en los micro ordeños, en todas partes, y como también pertenecía al Comité de la FMC, me llamaron para asumir como miembro profesional de la esfera de Trabajo Comunitario en la provincia, en el 2005 y ahí estuve ocho años.
Vendría luego el Poder Popular del municipio de Guantánamo, al cual llegó como la primera mujer vicepresidenta del Gobierno a esa instancia, donde estuvo un mandato completo y la mitad de otro.
Y otra vez el llamado de la FMC, ahora como secretaria general de la provincia, cargo en el cual permaneció por otros ocho años, como miembro además del Comité Nacional de la organización, del Comité Provincial del Partido Comunista de Cuba (PCC) y delegada a la Primera Conferencia del PCC.
Terminada su etapa en la Federación, regresa al Gobierno del municipio de Guantánamo, de directora de la dependencia interna y de ahí asumió la misión de dirigir la ya extinta Comisión Electoral en el territorio cabecera, “una tarea difícil”, subraya.
Presido el Consejo Electoral Provincial hace cinco años, agregó, un trabajo que también realizo con gran devoción, es una responsabilidad extraordinaria porque estoy clara de lo que representa, la legalidad, la transparencia de cada proceso.
Yo me enamoré de la Federación, porque siento que en ella me emancipé, andaba con el pelito achurradito, pasaba mucho trabajo con los niños, pero en la FMC comencé a ver la vida de otro color, señala.
Etapa compleja para Oceanía fue aquella de la separación con el padre de sus tres hijos: “pero gracias a esa familia especial, a mi papá, que ya no está, esa madre y mis hermanas, todo el mundo ayudó para que yo me desarrollara”.
No duda en afirmar que lo logrado por la mujer ha sido por la FMC y el entendimiento del Estado cubano, porque no podemos decir que sola la federación lo consiguió, valora.
El programa de adelanto de la mujer, de la no violencia contra ellas, la licencia de maternidad por un año para las madres y ahora tres meses más, eso ha sido una lucha de la FMC; la educación sexual, cuando aprobamos el Código de las Familias sentí que habíamos cumplido con Vilma y creo que de todo eso hay que hablar más.
Considera que en los tiempos actuales la FMC no puede permanecer estática, hay que acercarse más a las jóvenes, a los centros estudiantiles, creo que los talleres de valores deben retomarse en las comunidades, que es donde se define el trabajo de la organización.
En su pecho una hermosa medalla delata la Orden Ana Betancourt que le fue impuesta el pasado 13 de agosto: “llegó inesperada, pero fue una alegría inmensa, viajé a La Habana como una mujer especial de Guantánamo, Juana Difour Ramírez, que mereció la orden Mariana Grajales, que es la superior”.
Yo había recibido la Distinción 23 de agosto aquí, también la medalla Jesús Menéndez, en La Habana, en conmemoración del quinto aniversario de creado el órgano electoral, y tengo otras, que significan para mí mucho más compromiso con la Revolución; no he hecho nada por una condecoración o medalla, es que yo me enamoro del trabajo, no importa cuál sea.
En momentos así recuerdo a la gente que me ayudó a crecer, mi padre era mi ídolo porque además conmigo siempre fue muy cariñoso y atendía a mis hijos como si fueran suyos; sufrí duros golpes, falleció el que era mi esposo, luego una hermana, algo muy fuerte, y mi papá, cuando ya estaba en el Consejo Electoral, pero ante esas adversidades de la vida, a mí me salvó el trabajo.
Hace ocho años rehíce mi vida, tengo una pareja, que uno ayuda al otro, mis hijos me dieron cuatro nietos, un varón y tres hembras, que son mi felicidad, aunque no esté todo el tiempo con ellos, pero llamarlos, escucharlos, es lo máximo, igual que a mi mamá, la llamo todos los días para oír su voz.
Todo el que ha trabajado conmigo sabe que peleo, les digo que no es por la edad, es porque me gustan las cosas bien hechas y cuando veo que no se logran, peleo, pero dicen todos los que me han acompañado, que entonces el humanismo es mayor.
Me propusieron tres veces irme para La Habana a trabajar en la FMC nacional y no quise hacerlo por amor a Guantánamo, adoro a mi tierra y en ella estaré hasta el último de mis días.