Historia de lucha y amistad de Ricardo Gil y los hermanos Saíz

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ACN - Cuba
Linet Gordillo Guillama | Foto: Yoan Pérez González
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02 Abril 2025

Nueva Gerona, 2 abr (ACN) Para Ricardo Nilo Gil Castro rememorar su juventud es un viaje nostálgico a su natal San Juan y Martínez, un lugar marcado para él —en la década de 1950— por el peligro constante de la clandestinidad y la entrañable amistad que lo unió a los hermanos Saíz, Sergio y Luis.

   No puedo hablar de esos muchachos sin emocionarme hasta las lágrimas, confesó con la voz entrecortada el octogenario residente en Isla de la Juventud.

   Ricardo creció en un solar al fondo de la casa de los Saíz, donde Esther Montes de Oca, su madre y maestra, le inculcó valores que perduran hasta hoy. “Luisito y yo éramos de la misma edad. No solo éramos vecinos y compañeros de aula, sino también cómplices en juegos y travesuras", recordó mientras en su rostro apareció una sonrisa melancólica.

   Ambos continuaron sus estudios en el Instituto de Segunda Enseñanza, aunque Ricardo tuvo que alternar sus clases con el trabajo en las fincas de tabaco para ayudar a su familia. Esto le impidió acompañar a los Saíz en sus vacaciones anuales a Estados Unidos, a pesar de las reiteradas invitaciones de sus padres.

   Tras finalizar el Instituto, mientras Ricardo se inscribía en un curso para convertirse en contador, Luisito se dirigía a la Universidad de La Habana para estudiar Derecho, a fin de seguir los pasos de su padre, quien era juez. Sin embargo, en 1956, el dictador Fulgencio Batista cerró la institución educacional debido a su creciente ambiente revolucionario.

   Luis regresó a San Juan y Martínez con una misión clara: organizar células del Movimiento 26 de Julio en Pinar del Río. Ricardo fue uno de los primeros reclutados. Por su activa participación en acciones de sabotaje contra el régimen batistiano, ganó notoriedad entre las fuerzas policiales. Sin embargo, los hermanos Saíz eran aún más conocidos.

   El 12 de agosto, Luis se reunió con él para darle la orden de entrar en la clandestinidad, advirtiéndole que su padre había decidido sacarlos a él y su hermano Sergio del país debido a que estaban fichados y sus vidas corrían peligro. Ricardo se ocultó temporalmente con unos parientes en una zona remota.

   Dos días después, al amanecer del 14 de agosto de 1957, escuchó a los arrieros que regresaban del campo hablar sobre el asesinato de los hijos del juez. “Fue como una sacudida eléctrica”, narró.

    A pesar de las advertencias de su familia sobre el peligro de regresar al pueblo, logró convencerla para que le consiguiera un transporte e identificación falsa. La escena que encontró al llegar a la casa de los Saíz-Montes de Oca es imborrable en su memoria. Esther —la madre, rota de dolor— se levantó hacia mí diciendo: “Ricardito, tú estás loco, ¿qué haces aquí? Eres el único hijo que me queda… te van a matar también”.

   Después del asesinato de los hermanos Saíz, Ricardo se trasladó a La Habana, donde se unió a una célula del Movimiento 26 de Julio en la papelera de Puentes Grandes hasta el triunfo de la Revolución. A mediados de la década 1960 llega a la entonces Isla de Pinos. Desde entonces, dedicó su vida a construir el sueño que Luis y Sergio no pudieron ver realizado, trabajando en los Órganos de la Seguridad del Estado.

   Hoy, con 87 años y pensionado del Ministerio del Interior pero no retirado, Ricardo afirmó: "de la Revolución no me retiro. Es mi homenaje a la memoria de mis hermanos Luis y Sergio. Se los debo".