Nueva Gerona, 22 jun (ACN) En las márgenes de ríos, arroyos y zonas pantanosas de Isla de la Juventud crece una fruta exótica y poco popular en el resto de Cuba: el bagá (Annona glabra), también conocido como huanábano cimarrón, fruta de río o manzana de cocodrilo.
Este árbol o arbusto tropical caducifolio —que puede alcanzar alturas de tres a ocho metros y en condiciones óptimas de 12 a 15 metros— tiene su hábitat original en la península de Florida, Centroamérica y el resto de las islas del Caribe. Actualmente, su presencia se ha expandido a algunas regiones de Sudamérica e incluso a la zona oeste de África.
El bagá pertenece a la familia de las anonáceas, lo que lo hace pariente cercano de otras frutas como la chirimoya, el anón y la guanábana. Sin embargo, a diferencia de estos, su pulpa madura en un color que va de amarillo a naranja, y no de blanco característico.
Su intenso y agradable aroma atrae a una variedad de animales, incluidos insectos, roedores, cerdos salvajes y venados, que habitan en las zonas más aisladas del territorio pinero.
Aunque el sabor del bagá no es tan pronunciado cuando se consume fresco —debido a su bajo contenido de fructosa—, quienes tienen la fortuna de encontrarlo en su punto óptimo de madurez prefieren disfrutarlo en jugos, batidos o mermeladas, una auténtica delicia para el paladar por la combinación de sabores a mango, melón cantalupo (o de Castilla como se le conoce en Cuba), piña y chirimoya.
Más allá de sus atractivos gastronómicos, el bagá también posee propiedades terapéuticas que aún no han alcanzado el reconocimiento popular del que disfrutan otras frutas similares como la guanábana.
Se ha comprobado, según la literatura consultada, que esta fruta cuenta con propiedades antihipertensivas, anticancerígenas, antioxidantes, antiinflamatorias, antiobesidad, antidiabéticas, así como efectos estimulantes y digestivos. Además, es rica en polifenoles, compuestos alcaloides, vitamina A y C, y fibra dietética.
Un estudio reciente en el sur de la península de Florida, donde el bagá abunda, sugiere que el extracto alcohólico de sus semillas contiene compuestos anticancerígenos que podrían tener aplicaciones farmacéuticas.
Sin lugar a dudas, el bagá es un tesoro casi desconocido que merece ser estudiado y promovido como parte del inventario de frutas del país. Su potencial gastronómico y medicinal podría enriquecer tanto la cultura culinaria como la industria biofarmacéutica en Cuba.