Nueva Gerona, 8 jun (ACN) Después de la cotorra, el cocodrilo se posiciona como el animal más emblemático de Isla de la Juventud. Este fascinante saurio, que ha habitado la región desde el periodo jurásico, despierta tanto misterio como respeto.
De las 14 especies de cocodrilos registradas en el mundo, tres se encuentran en los ecosistemas pineros: el cocodrilo cubano (Crocodylus rhombifer), endémico de Cuba y de este territorio; el americano (Crocodylus acutus); y, en menor medida, el babilla o caimán de anteojos, especie introducida en 1959.
Las crónicas históricas relatan que el filibustero y naturalista francés Alexandre Olivier Exquemelin, autor de uno de los textos más completos sobre la piratería en el siglo XVII en esta parte del Caribe, describe con temor la presencia de esos reptiles.
Si bien los aborígenes aprendieron rápidamente a coexistir con ellos desde una distancia prudente, los más audaces piratas y conquistadores se veían obligados a huir ante su imponente figura.
Históricamente, su hábitat se extendía por la Ciénaga de Zapata y los ríos, estuarios, pantanos y canales de la entonces Isla de Pinos. Sin embargo, la creciente demanda de su carne exótica y, sobre todo, de su valiosa piel llevó a ese antiguo saurópsido al borde de la extinción.
Para mediados del siglo XX, la población de cocodrilos, especialmente, de la especie Rhombifer, había quedado relegada a un único refugio: la Ciénaga de Lanier. La lucha por su supervivencia se tornaba casi perdida frente al ser humano, su único depredador.
Afortunadamente, hace poco más de tres décadas, el destino de los cocodrilos en el municipio especial comenzó a cambiar para bien. Se estableció una reserva dedicada a la conservación y reproducción en semi cautiverio del cocodrilo cubano, con el objetivo adicional de evitar el cruzamiento con otras especies.
El Rhombifer habita en áreas pantanosas de agua dulce y es una de las especies más pequeñas del género, con un hábitat restringido. Este temido saurio autóctono se ha adaptado mejor a su entorno que sus congéneres, volviéndose más terrestre e inteligente que muchos otros cocodrilos, posiblemente debido a la ausencia original de mamíferos carnívoros en Cuba.
Así, se ha convertido en el principal depredador nativo de aves y pequeños mamíferos en la isla, aunque su dieta también incluye peces y otros animales acuáticos.
Quienes se aventuran hasta la Ciénaga de Lanier, situada a unos 40 kilómetros de Nueva Gerona y parte importante del área protegida Sur de Isla de la Juventud, pueden observar cómo este coloso prehistórico se mueve sigilosamente entre juncos y lirios acuáticos, cazando a cualquier desprevenido que habite estos ecosistemas semiacuáticos.
En los sitios de reproducción, las hembras ponen de 10 a 60 huevos, que incuban bajo montículos de lodo durante aproximadamente un centenar de días. Durante este tiempo la madre permanece vigilante y feroz ante cualquier intruso. Al nacer, las crías miden alrededor de 25 centímetros, pero pueden superar los tres metros a lo largo de su vida.
Según la especie, estos acorazados —parientes de los dinosaurios— son longevos y pueden vivir hasta 70 años.
Aunque este antiguo superviviente endémico puede parecer lento y torpe, es solo una ilusión; en realidad, es ágil en el agua y puede alcanzar velocidades superiores a los 20 kilómetros por hora en tierra.
Aún no existe un registro exacto del número de cocodrilos que habitan en estado silvestre en Isla de la Juventud, pero es evidente que su población ha crecido. Sin embargo, todavía enfrentan el flagelo de la caza furtiva, aunque esa actividad ha disminuido.
La protección de estos frágiles ecosistemas es crucial para garantizar la supervivencia del cocodrilo cubano, un símbolo de resiliencia y un testimonio viviente de la rica biodiversidad que caracteriza a este territorio.