Las cenizas del Comandante en Jefe Fidel Castro, máximo líder de la Revolución cubana, continúan viaje hacia la provincia de Santiago de Cuba, desde el Parque-museo Ñico López, en la ciudad de Bayamo, provincia de Granma, Cuba, 2 de diciembre de 2016. |
El dos de diciembre es un día especial para los cubanos, sobre todo para quienes vivimos en Granma. Quiso el destino que Fidel Castro, un joven lleno de sueños, y otros 81 expedicionarios provenientes de México llegaran a Cuba en esa fecha de 1956 por un punto de este oriental territorio, aunque tenían planificado hacerlo dos jornadas antes.
Justamente 60 años después, arribó otra vez a la tierra donde Carlos Manuel de Céspedes y otros valientes comenzaron la primera guerra por la libertad de Cuba, fueron estrenadas las notas del Himno Nacional y cayó en combate José Martí, Apóstol de la Independencia.
En esa ocasión, hace apenas unos días, lo hizo en un cortejo fúnebre que parecía navegar sobre tierra hacia la eternidad. Niños, jóvenes y adultos estábamos emocionados y con gran dolor, porque lo preferimos físicamente entre nosotros, aunque comprendemos que lo más importante es mantenerlo vivo en nuestros pensamientos y actitudes.
Este dos de diciembre recorrió parte del municipio de Cauto Cristo y de Bayamo, Ciudad Monumento Nacional, donde descansó una noche antes de seguir hacia Santiago de Cuba. El pueblo estaba en las calles, con la luz del amor al gigante, en los ojos, en los pechos…, en el alma de hijos agradecidos.
Uno de los momentos más especiales fue cuando pasó por la primera plaza denominada de la Revolución en Cuba, a unos metros de la casa natal de Carlos Manuel de Céspedes, Padre de la Patria, y de donde fueron estrenadas las notas del Himno Nacional, que otra vez retumbaron, gracias a la fuerza de miles de personas.
El dos de enero de 1959, el gigante triunfante de uniforme de color verde olivo habló al pueblo desde muy cerca, en el balcón del entonces ayuntamiento, hoy sede de la Asamblea Municipal del Poder Popular.
Luego, lo hizo desde el museo casa natal de Céspedes, también primer Presidente de la República en Armas, el 19 de diciembre de 1986, cuando volvió a despertar aplausos sinceros.
Por todo eso existía tanto simbolismo este dos de diciembre, por eso esperarlo allí y verlo, aunque de forma rápida, era muy especial para los descendientes del Padre de la Patria, hijos también de Fidel.
Las coincidencias históricas alimentan su dimensión, y varias personas las enumeran como ejemplos de la grandeza de quien en verdad no necesita mitos para vivir en la eternidad.
El Comandante en Jefe partió físicamente hacia la inmortalidad el 25 de noviembre último, cuando se cumplían 60 años de su salida en el yate Granma del puerto de Tuxpan, en México, para venir hacia Cuba en busca del sueño de libertad.
Algunos aseguran que su visita del sábado último fue la 60 a esta provincia, o sea, un número que, como usted debe percibir se repite en su relación con el territorio granmense.
Aquí permanece, conservado como una reliquia, el bohío donde él vivió durante parte de la guerra en la Sierra Maestra, exactamente donde estuvo la Comandancia General del Ejército Rebelde, en La Plata, intrincado paraje del municipio granmense de Bartolomé Masó.
Una leyenda crece respecto a ese bohío de tablas, piso de madera y techo de guano, diseñado por Celia Sánchez Manduley y ubicado cerca del nacimiento del río La Plata.
Cuentan trabajadores del lugar que la fuerza del huracán Dennis, en 2005, prácticamente arrasó con las demás edificaciones existentes allí; sin embargo, el bohío donde residió el Comandante en Jefe, desde mayo hasta noviembre de 1958, sobrevivió con apenas unos rasguños.
El guía voluntario Oile Álvarez Álvarez explicó a la Agencia Cubana de Noticias que, antes del fenómeno atmosférico, un árbol amenazaba con caer encima del techo, pero la potencia del viento lo llevó hacia el otro lado, como en un gesto protector.
En Granma, como en toda Cuba, muchas personas tienen anécdotas de cuando estuvieron cerca de Fidel, quien se relacionaba con el pueblo, como un buen amigo, conversaba, practicaba deportes y seguirá sonriente y lleno de vida hasta siempre.
Cada dos de diciembre, el pueblo no solo recordará de modo especial el desembarco de los expedicionarios por Las Coloradas, suceso rememorado todos los años al amanecer por jóvenes sobresalientes del territorio, quienes son acompañados por miles de personas en un posterior acto político artístico, cerca de la réplica del yate glorioso.
Quizás, a partir de ahora en esa fecha también vayan muchos granmenses a la Plaza de la Revolución y otros lugares por donde pasó el cortejo fúnebre con las cenizas del fundador de la Revolución.
Tal vez, en la noche pasen por la Plaza de la Patria, donde decenas de artistas le cantaron, y se detengan frente al museo Ñico López, donde estuvo el gigante toda la noche, resguardado por el cariño de su pueblo.