El 17 de diciembre de 1975, cuando se iniciaron las sesiones del Primer Congreso del Partido Comunista de Cuba, en el teatro Karl Marx, de La Habana, era yo muy jovencita.
En ese entonces, cursaba estudios en la secundaria básica y me acuerdo con nitidez el fervor revolucionario que se respiró en el país, alrededor de aquel acontecimiento que marcaba madurez entre los comunistas de la isla.
Al magno evento asistieron más de tres mil delegados, elegidos a lo largo de todo el territorio nacional. Recuerdo a mi tío Marcos, era el único militante del Partido en la familia en ese entonces, y fue seleccionado precandidato, y la emoción embargaba a todos. Él era la consagración en persona; trabajador, altruista, sincero, el primero en cualquier actividad que se convocaba.
Y aunque no llegó a estar entre el grupo de los delegados al Congreso, el hecho de haber estado entre los posibles asistentes fue un mérito que siempre se le reconoció a lo largo de su trayectoria laboral, en la que fue un ejemplo para todos los que lo conocían.
A través de Marcos seguimos de cerca las jornadas del acontecimiento, en el cual el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz presentó un amplio informe, que aún constituye material de consulta sobre el transcurrir de la Revolución.
Fidel hizo un análisis histórico y crítico, a la vez que ponderó las principales conquistas.
Todavía las familias recordaban los años vividos durante la dictadura batistiana. Y ya en la comunidad se podían palpar las transformaciones que ocurrían a nivel social. Los muchachos tenían por vez primera la posibilidad de estudiar, formarse como médicos, arquitectos o ingenieros.
Precisamente, los logros en la educación, la cultura, el deporte, la salud, la atención a la infancia o la seguridad social, entre otros aspectos, fueron reconocidos por los asistentes.
Durante la cita se analizó la trascendencia del anteproyecto de Constitución de la República, que se aprobaría mediante un Referéndum el 15 de febrero de 1976.
Con espíritu crítico se reconocieron los errores, y en las palabras de clausura, pronunciadas en el teatro por Fidel subrayó:
“Hemos hecho análisis justos de nuestros errores, pero no hemos exagerado. Si fuéramos a ser más exhaustivos, encontraríamos muchos más errores. Hemos planteado sencillamente los esenciales. Y, además, como principio revolucionario, compañeros, siempre será mil veces preferible la autocrítica a la autocomplacencia. ¡Y siempre será preferible la autohumillación al autoelogio!”.
El encuentro dejó una huella entre los participantes y en todo el pueblo que se sintieron parte de su desarrollo. El respaldo a la Revolución y al Partido se ratificó en el multitudinario acto celebrado el 22 de diciembre, en la Plaza de la Revolución José Martí, donde se aprobaron las tesis y las resoluciones acordadas, así como el Comité Central y la ampliación del Buró Político.
Allí estuvo mi tío Marcos y todos los que sintieron que eran parte de ese Primer Congreso del Partido.
