Por ser la mayor parte de las tierras en Cuba poco productivas, principalmente por manejos deficientes heredados y reproducidos, los agricultores se ven obligados a buscar fórmulas en aras de su mejor uso y conservación.
Para la Sociedad Cubana de la Ciencia del Suelo, la salinización, agudizada por el cambio climático, la presencia de metales pesados, la erosión y la degradación son algunas de las causas que disminuyen el rendimiento, lo cual propicia la compactación que impide el drenaje de las aguas.
La degradación ha sido declarada el principal problema de la nación, de ahí que se trate de detener y revertir, debido a que no habrá sostenibilidad de los alimentos si no contamos con suelos fértiles y productivos.
Aún así, uno de los factores más favorables para la economía del país es que el 60 por ciento de sus suelos agrícolas son cultivables y del 40 por ciento restante la mitad puede utilizarse con fines pecuarios o forestales.
De modo que para lograr su uso racional y buen aprovechamiento, así como la selección de los métodos más adecuados de mejoramiento y defensa, desde el punto de vista agroproductivo fueron clasificados en cuatro tipos, que van desde muy productivos hasta poco productivos.
En medio de semejantes complejidades surgió el Programa Nacional de Mejoramiento del Suelo ante la necesidad imperiosa de alcanzar una soberanía alimentaria sobre bases sustentables, con la protección y cuidado del medioambiente.
La crisis económica de los años 90 indujo a que los centros de investigaciones centraran su atención en la sustitución por productos biológicos de insumos químicos y fertilizantes, que trajeron consigo la degradación y la pérdida de fertilidad.
Sin dudas, disminuyeron los costos elevados de la tradicional agricultura y también han constituido hasta la fecha una forma de agredir menos el entorno, como se reconoce internacionalmente.
En ese sentido, la aplicación del Proyecto Bases Ambientales para la Sostenibilidad Alimentaria Local, es una de las estrategias prioritarias de la nación para lograr la seguridad alimentaria, disminuir las importaciones y elevar el nivel de vida de la población.
Sobresale la realización de un diagnóstico del estado y uso de los recursos naturales, las prácticas agrícolas locales utilizadas, el manejo integrado de plagas, la capacitación de los productores y el empleo de la agrometeorología.
Pero también se desarrolla como variante la agricultura urbana, con la aplicación de técnicas encaminadas a lograr mayores rendimientos en espacios reducidos, con mejores sistemas de riego y el uso de materias orgánicas a partir de su obtención con la técnica del compost, así como la utilización del humus de lombriz.
En no pocos espacios de zonas densamente pobladas, y con técnicas ecológicas, cerca de 400 mil personas han contribuido a la producción de más de tres millones 500 mil toneladas de hortalizas al año.
Cuba cuenta con potencialidades que le pueden permitir la implementación a gran escala de esa agricultura ecológica, pero solo falta que comience a satisfacer y con precios adecuados las placitas de los consumidores, donde impera la oferta de productos con valores por las nubes para la mayoría de los cubanos.
Lino Lubén Pérez| Foto de Archivo
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04 Diciembre 2015
04 Diciembre 2015
hace 9 años