Las calles y otros espacios públicos de la localidad de Cabaiguán, en la provincia de Sancti Spíritus, son testigos como pocos de las acciones clandestinas desarrolladas durante la última etapa insurreccional de Cuba por el hoy General de Brigada de la Reserva Miguel Rigoberto Sancho Valladares.
A pesar de sus 89 años y de haber sufrido un accidente cerebrovascular y un infarto cardíaco, este veterano relató a la ACN su azarosa vida de revolucionario; tenía motivos suficientes para incorporarme desde muy joven a la lucha contra Fulgencio Batista, subrayó, la situación económica y social era insoportable en aquellos tiempos.
Siendo un niño, apuntó, tuve que trabajar duro en la agricultura para ayudar a mi padre a mantener a sus seis hijos en la localidad de Cruces, en el actual territorio de Cienfuegos, sólo comíamos arroz los domingos, el resto de los días era harina, boniato, azúcar y leche.
Las circunstancias de entonces obligaron a la familia Sancho Valladares a trasladarse a otros parajes en busca de mejoras y fue así como, en la década de 1940, se asentó en la zona de Cabaiguán.
Al concluir el sexto grado, Sancho -como todos lo conocen- ingresó en la recién inaugurada Escuela Primaria Superior, sitio al que asistía por las tardes, pues en las mañanas se desempeñaba como aprendiz de tabaquería para seguir contribuyendo al sustento de todos.
En ese centro educacional tuve mi primer encontronazo por mi espíritu rebelde, fue con una profesora que defendía la supuesta democracia en los Estados Unidos y yo, que había leído a José Martí, le dije que estaba en desacuerdo con ella, apuntó, y eso me costó que me llevara a la dirección, por suerte me dieron la razón.
La conducta de aquel adolescente facilitó que fuera elegido presidente de la Asociación de Alumnos, cargo que le permitió desarrollar varias iniciativas.
“Cuando Quintín Pino Machado asumió la jefatura de las brigadas juveniles del Movimiento 26 de Julio en Cabaiguán, me propuso el ingreso a esta organización, lo cual acepté y comencé a llevar a cabo misiones secretas en el área urbana.”
Durante la llamada huelga azucarera de 1955, Sancho Valladares tiró botellas incendiadas a la calle y, tras el desembarco de los expedicionarios del yate Granma, participó en acciones para distraer a la tropa batistiana en el centro de la Isla.
En su condición de jefe de acción y sabotaje del “26 de Julio” en la localidad cabaiguanense, el 31 de diciembre de 1956 le manifestó al dueño de la afamada Colonia Española que en esa ocasión no podía haber fiesta de fin de año porque Cuba había perdido a varios de sus hijos.
“Él me dijo que estaban vendidas las reservaciones y que le era imposible suspender las festividades, pero le expresé que al día siguiente cancelara el bailable que tradicionalmente se efectuaba; tenía preparado un cartucho de dinamita y le di la orden a un compañero de ponerlo en un sitio que no ocasionara heridos ni muertos si se hacía la fiesta, como en efecto ocurrió.”
Con una pícara sonrisa a flor de labios relató que la estampida fue tan grande que la corneta de uno de los músicos cayó en el medio del salón.
Detenido el primero de enero de 1957, fue trasladado a Santa Clara y, tras el juicio, lo enviaron al Castillo del Príncipe, en La Habana, y de ahí al Presidio Modelo en Isla de Pinos, donde sufrió torturas y vejámenes durante un año de cárcel.
“Mi conducta rebelde tampoco cesó entonces y fui perseguido y buscado por la policía hasta que por orden del Movimiento 26 de Julio en Las Villas me alcé en las montañas orientales.
“Fui a dar al Segundo Frente Oriental Frank País, cuyo jefe, el hoy General de Ejército Raúl Castro Ruz, líder de la Revolución cubana, me preguntó las razones de ese viaje si en Las Villas había tantas lomas y le respondí que era una decisión de la organización en Santa Clara y con su jocosidad característica me replicó que a partir de ese día me llamaría Santa Clara.”
En unos 15 combates intervino Sancho Valladares, entre ellos, los de Alto Songo, La Maya, San Luis, Cueto y Sagua de Tánamo; mientras, su arrojo en varias batallas lo llevó a jefe del denominado pelotón Tropa Móvil de Choque con el grado de primer teniente, integrando la Columna 17 Abel Santamaría, bajo el mando del Comandante Antonio Enrique Lussón Batle.
Tras el triunfo de enero de 1959, Sancho fue seleccionado por Lussón Batle para formar parte del grupo de combatientes encargado, a propuesta de Raúl, de velar por la protección del Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, Líder Histórico de la Revolución cubana, durante su marcha triunfal hacia la capital.
“Tuve el honor de pertenecer a la llamada Caravana de la Victoria o de la Libertad y hubo un momento en el que pedí permiso para adelantarme e ir a visitar a mi familia porque mi hermano Noel había muerto unos días antes en la toma y liberación de Cabaiguán, pero al pasar la tropa rebelde por aquí me reincorporé a ésta.”
Numerosas tareas asumió desde entonces Sancho Valladares: el servicio de inteligencia militar en el Ejército Oriental, segundo jefe de la Dirección de Inteligencia Militar del Ministerio de las Fuerzas Armadas Revolucionarias y, a raíz del proceso judicial citado como Causa número uno de 1989, pasó al Ministerio del Interior (Minint), donde fue delegado de la antigua provincia La Habana.
Como parte de sus responsabilidades se relacionó con el General de Ejército Raúl Castro Ruz, por quien siente profundo respeto y cariño; en tanto, su hoja de servicio en estas instituciones recoge misiones de trabajo en Vietnam, Yemen del Sur, Nicaragua, Guinea Bissau y Etiopía, así como diversas condecoraciones.
Actualmente descansa en su hogar, al amparo de la capitana Lourdes Carón Vidaña, jefa de la Oficina de Trámites del Minint en Cabaiguán, quien lo cuida con esmero y amor y, además de su compañera de vida, se ha convertido en su mejor enfermera.