Salud y educación: pilares de los derechos humanos en Cuba

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Lianet Leandro López
10293
27 Marzo 2015

La mayor parte de los gastos del presupuesto en Cuba corresponden a la salud y a la educación, sectores con acceso gratuito y universal hasta sus más altos niveles para todos los ciudadanos, sin discriminación de ningún tipo, ni ideológica, ni política, ni racial, ni por sexo.
   Aunque parezca una verdad archiconocida, cuando se trata de ponderar los alcances de la Revolución cubana luego de 1959, esa verdad constituye la expresión más alta y lograda en el país por el respeto hacia los derechos humanos.
   La Declaración Universal de Derechos Humanos, aprobada en 1948 por la Asamblea General de las Naciones Unidas, recoge esas prerrogativas en sus artículos 25 y 26, en tanto la Constitución de la República de Cuba los refrenda y enriquece en sus apartados 50 y 51.
   Desde la atención primaria de salud, con una red de instituciones básicas como los consultorios del médico de la familia y los policlínicos en cualquier rincón de la geografía antillana, hasta institutos de investigaciones de alto nivel, garantizan una cobertura solo comparable con algunos países del  primer mundo.  
   Cuando se contrasta con la situación global, a pesar de que la Antilla Mayor encuentra detractores que intentan desacreditar su gestión en materia de derechos, sustentados en tergiversaciones de sus bases jurídicas, lo cierto es que pocos sistemas han logrado la universalidad de esa cobertura sin costo alguno.
  Más de 75 millones de personas, solamente en Estados Unidos, carecen de seguro médico, y lo alarmante de esa cifra alcanza nuevas dimensiones si se le añaden los 880 millones de personas pobres de África, América Latina y Asia que jamás han recibido el mínimo de cuidados médicos, según reportes de la Organización Mundial de la Salud.
   En 2002, el filme norteamericano John Q. -con la interpretación del actor Denzel Washington- presentó el conflicto acerca del padre que secuestra al médico del hospital para exigir la incorporación de su hijo de 12 años en la lista de espera para transplantes de corazón.
   Sin cuestionar la legitimidad o no del hecho criminal, a causa de la desesperación de ese obrero, quien a pesar de trabajar duramente no cuenta con los 250 mil dólares necesarios para la operación, la película sin dudas desnuda una cruda realidad: a muchos estados capitalistas no les importa la vida de sus ciudadanos.
   Con la educación sucede algo similar. Mientras en la Isla caribeña, desde el grado preescolar, hasta los estudios universitarios, incluidos los destinados a adultos ya trabajadores, son accesibles sin costo alguno, en gran parte del orbe ese derecho deviene sistemáticamente violado.
   Historias como las de las protestas lideradas por estudiantes en Chile, o la más reciente y dolorosa desaparición de los normalistas de Ayotzinapa, en México, dan fe de ello.
   En tanto los propios informes del movimiento de Amnistía Internacional, disponibles en Internet, critican a los gobiernos de Europa por no asumir sus obligaciones sobre el impacto de las medidas de ajuste de cara a la crisis económica con respecto a estos temas.
   Entonces, si bien es cierto que aún en Cuba se puede hacer muchísimo más, y se hace, en función del estado de bienestar del pueblo, hablar aquí de salud y educación no constituye algo gratuito ni redundante.
   Esos son los pilares fundamentales que sostienen un bien tan preciado como la tranquilidad ciudadana, aunque a veces, de tan habituales, no sean valorados en su justa medida.