Por su hermoso plumaje y singularidad, la cotorra cubana (Amazona leucocephala) y el catey (Aratinga euops) son aves que, pese a los múltiples esfuerzos de expertos ambientales y autoridades del gobierno, continúan siendo cazadas de forma ilegal y mantenidas en cautiverio.
Abundantes en Cuba durante el siglo XIX, hoy su existencia se limita a núcleos poblaciones dispersos en la Isla, los cuales han ido mermando o desapareciendo de manera paulatina a causa de la creciente demanda de pichones para mascotas.
Comercializadas, cada cría, en el llamado mercado negro hasta a 80 pesos cubanos convertibles, expertos en el tema afirman que la tendencia general de las poblaciones es al declive, al considerarse especies altamente amenazadas.
Por ejemplo, el catey ha sufrido una drástica disminución, ya que en poco menos de un siglo pasó a ser una especie en peligro de extinción; mientras que el alto grado de aislamiento geográfico puede atentar contra su variabilidad y viabilidad genética.
A pesar de que la demanda de pichones para mascotas resulta más fuerte en el caso de la cotorra cubana, las poblaciones de catey se encuentran en una peor situación posiblemente por su gregarismo, además de que seleccionan, de forma general, los nidos ubicados hacia los bordes del bosque, una combinación que los hace muy vulnerables a su depredación por el hombre.
Juan Carlos, uno de los cazadores ilegales que prefirió no dar su verdadero nombre, confirmó a la ACN que dedicó una parte de su vida a trasladar estas aves desde la provincia de Sancti Spíritus hacia La Habana.
Conocíamos los senderos para evitar ser sorprendidos por el Cuerpo de Guardabosques y, media hora antes de viajar, drogábamos las crías con un cuarto de diazepam, confesó.
Luego, los introducíamos en una caja común y corriente, con agujeros, por lo que no llamábamos la atención, acotó este hombre de 65 años, quien añadió que a veces lograba vender cada pichón a 850 pesos.
Según Maikel Cañizares, especialista del Departamento de Ornitología del Instituto de Ecología y Sistemática, la extracción de pichones de su medio natural pone en peligro también la disponibilidad de nidos, ya que como estas aves ponen sus huevos en lo alto, dentro del hueco de una palma, para atrapar las crías en muchas ocasiones los cazadores ilegales derriban el árbol.
Cañizares manifestó a la ACN que la situación de las cotorras y cateyes a nivel nacional resulta muy preocupante, puesto que sus
poblaciones han estado decreciendo básicamente por pérdidas de nidos y por la captura y extracción de pichones.
Agregó que su comercio ilícito ha crecido de manera acelerada, porque aunque haya sido una tradición la tenencia de estos animales en cautiverio, en los últimos tiempos ha pasado a ser también un símbolo de estatus social.
El además Presidente del Capítulo Cuba de la Sociedad Mesoamericana para la Biología y Conservación, precisó que las poblaciones de cotorras de Mil Cumbres, en Pinar del Río, se han ido reduciendo de manera significativa.
Asimismo, dijo, los cateyes desaparecieron de la Isla de la Juventud y hoy el reporte más occidental del animal se localiza en la Ciénaga de Zapata, Matanzas.
De acuerdo con peritos ambientales, aunque existen estrategias nacionales para su protección, principalmente en zonas protegidas, la conservación efectiva es muy difícil, si se tiene en cuenta que estos ovíparos demoran alrededor de tres meses para reproducirse y que una persona dedicándose a su venta clandestina puede perjudicar el trabajo de muchos años.
Es así que, a pesar de las numerosas acciones de control y preservación ejecutadas por las autoridades e instituciones empeñadas en conservar el patrimonio natural y único de la mayor de las Antillas, resulta evidente que los esfuerzos son inútiles si la población toda no toma como suyo el auxilio real que necesitan estas aves endémicas.
Tania Rendón Portelles
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04 Julio 2016
04 Julio 2016
hace 8 años