Balas disparadas desde el territorio ocupado por la ilegítima base naval yanqui en Guantánamo ultimaron, el 19 de julio de 1964, al soldado Ramón López Peña, quien ocupaba la posta 44 de la Brigada de la Frontera Orden Antonio Maceo.
Durante sus palabras en la guantanamera necrópolis de San Rafael, el entonces Ministro de las FAR, General de Ejército Raúl Castro calificó al joven tunero, integrante de ese cuerpo armado que custodia los límites con el enclave estadounidense, de “Símbolo de la valerosa fuerza que en la frontera defendió y defiende nuestra soberanía”.
“Han perdido a un hijo, y en cada uno de nosotros tendrán un hijo. Su dolor lo compartimos todos”, subrayó el fundador del II Frente Oriental Frank País, a los padres de la víctima.
La ceremonia luctuosa constituyó una condena viril al indigno proceder de los marines de la ilegítima base naval estadounidense, que llenó de luto a una humilde familia y de indignación a todo el
pueblo de Cuba.
Ramón López Peña cumplía su turno de guardia en la posta 44, limítrofe con el enclave yanqui, y atento a los maniobras que pudieran producirse en aquella madriguera, desde la cual se perpetraron numerosas provocaciones contra Cuba.
El marine que asesinó al joven de 17 años y causó heridas a otro nombrado Héctor Pupo Sucarno, se encontraba en la garita ubicada en las coordenadas 43-67 y obedecía órdenes superiores destinadas a promover una respuesta que sirviera de pretexto para invadir la Isla.
Pero nuevamente la serenidad imperturbable de los combatientes cubanos frustró el criminal intento.
No eran aquellos proyectiles, los primeros provenientes de esa instalación, y tampoco los postreros.
Menos de dos años después (21 de mayo de 1966), los marines estadounidenses ejecutaron un crimen de similar laya: el del soldado Luis Ramírez López.
Las pretensiones de aquel aciago 19 de julio fueron frustradas por la actitud imperturbable de los soldados que custodiaban la línea del frente, esa frontera artificial impuesta por el imperio.
Para encubrir el crimen contra el joven soldado, el gobierno norteamericano divulgó una interpretación tergiversada del hecho, reducida a polvo por las autoridades cubanas con un irrefutable y
detallado parte de los hechos.
Nacido el 15 de diciembre de 1946 en Puerto Padre, actual provincia de Las Tunas, López Peña se incorporó desde temprana edad a labores agrícolas, razón por la cual solo cursó hasta el cuarto grado la educación primaria.
Apenas cumplidos los 15 años ingresó en las Milicias Nacionales Revolucionarias. Su abnegada actitud en otra gran unidad de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) y su participación en la lucha contra bandidos, avalaron su ingreso a la Brigada. Ya en el frente, sustentó firme y decidida participación en la preparación combativa y política, la técnica de armamento, la superación cultural y protagonizó tres zafras del pueblo.
!Papá, esto es de Patria o Muerte !, reafirmó el joven a su padre, Andrés, quien le había solicitado que se cuidara.
Arrojo y valor muestra en el funeral, Eunomia, la madre, quien escribe en la agenda de una periodista de la agencia Prensa Latina: “Yo como madre cubana que he perdido un hijo asesinado por los yanquis, pido a las demás madres que sigan la lucha, que no desmayen, que ante un dolor como ese, el enemigo no vea muestra de lágrimas, sino que ocupemos el lugar de nuestro hijo caído y si es necesario dar la vida por defender la Revolución, la daremos”. Al sepelio asistió vestida de miliciana para rendir honor al hijo.
En el sepelio, Raúl entregó al padre de López Peña el carné que acredita al joven mártir como militante de la Unión de Jóvenes Comunistas.
Más de medio siglo después de aquella infamia, Cuba reitera que no renunciará jamás a su soberanía sobre ese porción de su territorio usurpada, desde la cual se ha segado la vida de otros valiosos jóvenes, de dos humildes pescadores (Rubén López Sabariego y Rodolfo Rosell Salas y) y se han urdido numerosos planes contra la Patria.
La Revolución está dispuesta a solucionar ese diferendo por la vía diplomática, a la luz de las leyes internacionales vigentes, como lo demuestra la serenidad mantenida ante múltiples agresiones y provocaciones procedentes de las postas norteamericanas en ese territorio ilegalmente ocupado hace 114 años contra la voluntad de las autoridades de esta ínsula caribeña y de la opinión pública mundial.
Pablo Soroa Fernández | Foto de internet
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17 Julio 2017
17 Julio 2017
hace 7 años