Los ojos son una ventana al alma, dice un viejo refrán, y yo reafirmo su veracidad, pues al mirar los de Publio León Pereira se aprecia humildad, transparencia, tranquilidad y esperanza.
Este hombre, natural del poblado Orlando González, del municipio Majagua, en Ciego de Ávila, no integra la lista de los grandes genios mundiales del arte, la música y la literatura que poseen sus ojos de color verde, pero sí la de los Héroes del Trabajo de la República de Cuba.
Conversar con él da la posibilidad de comprobar que un título honorífico no es sinónimo de presunción sino todo lo contrario, porque la sencillez viste a este ser humano desde la cabeza hasta la punta de los pies.
“He cumplido con mi deber de cubano, lo que sé lo he puesto en beneficio de la sociedad, no hay derecho para hacer lo contrario”.
Publio está a las puertas de los 70 años, y de ellos 51 los dedicó por entero a su querido central azucarero Orlando González, inclusive nueve años después de ser desactivado el ingenio en el 2004.
Comencé en 1965 como limpiador del interior del basculador y ahí estuve dos zafras, después vinieron otros trabajos como operador de centrífuga, estibador y parador de sacos en los embarques de azúcar, estos dos últimos oficios muy forzosos, pues entre tres hombres cargábamos mil 600 o mil 800 envases en un turno de ocho horas, recuerda.
“Un buen día de los años 80 del siglo pasado no hubo más embarque de azúcar y me indican que integre como ayudante una de las tres brigadas de pailería, yo con gusto empecé, pero no sabía nada de esa función, suficiente para ponerme a estudiar el oficio de obrero calificado en Pailería y Soldadura”.
Al poco tiempo al jefe lo movilizan y debo asumir su puesto, en el cual estuve hasta el día de la última molida del “Orlando González”, expresa con tristeza en sus verdes ojos.
Comentan los que saben de pailería que este es uno de los puestos importantes en un central, pues quienes lo ejercen son los responsables de tener todo en perfectas condiciones en las diferentes áreas de la producción de azúcar.
Narra Publio que en la zafra del 2000 hubo una rotura en la estera del basculador que duró tres días y tuvieron que almorzar y comer en ese puesto laboral.
“El sprock del eje motriz se desvió, tuvimos que sacarlo para sustituir la estera, alinearla y luego montarla de nuevo, fueron jornadas intensas pero valió la pena, la satisfacción más grande que siente uno es cuando repara un equipo y trabaja bien”.
Como este hombre se conoce al dedillo una industria azucarera y ya el “Orlando González” no funcionaba, sus servicios llegaron a otros centrales de la provincia, e incluso más allá de la frontera.
Dolía mucho no seguir realizando lo que por más de 25 años hice, me sentía útil todavía y presté mis conocimientos en los ingenios avileños Ecuador y Enrique Varona, y también en la construcción de uno en el Estado Barinas, en la República Bolivariana de Venezuela, desde el 2010 hasta el 2012, explica.
El descanso laboral de este Héroe del Trabajo de la República de Cuba desde el 2006, llegó hace tres años, más no aguantó y retornó, pero un accidente que le provocó un desgarramiento en el bíceps del brazo derecho lo hizo recapacitar.
“Aunque nos duela reconocerlo, todo en esta vida tiene su tiempo, pero eso no quiere decir que si hago falta en un central no voy a ir. Allí estaré, el ruido de un lugar como ese, que me dejó con algo de sordera, será siempre mi pasión”.
Hoy Publio dedica sus horas, junto a uno de sus dos yernos, a las plantaciones de maíz, alimento con valores nutritivos que sobrepasan los siglos de reconocimiento y cuyo color, alimentado por las lluvias de la actual primavera, se combina con la intensidad de su mirada y de sus sueños, siempre cargados de esperanza.