Diciembre reserva cada año el homenaje imprescindible al Titán de Bronce. Toda Cuba se moviliza para evocar su memoria, su coraje, las anécdotas de campaña, la muerte y el rescate de su cuerpo. Pero hay quienes le recuerdan de un modo diferente.
Se trata de una propuesta que se repite desde hace nueve años. El Grupo espeleológico Origen convoca y a él se suman otros interesados, jóvenes universitarios, profesionales de cualquier rama, amantes de la historia y de la naturaleza que asumen el reto de subir hasta la cima del Pan de Guajaibón, en el Área Protegida Mil Cumbres, perteneciente al conjunto montañoso Sierra del Rosario en la provincia de Artemisa.
Se movilizan con sus propios recursos, sin esperar aseguramientos ni garantías. Es un proyecto auténtico, espontáneo, de esos nacidos por la iniciativa de líderes naturales que no dejan de soñar.
La fecha pactada esta vez fue pospuesta por problemas de transportación. De ahí que tres colegas de Pinar del Río llegaran solos a la base. Pero ante el imprevisto no regresaron decepcionados, solo se adelantaron y subieron la cima seguros de que el resto del grupo lo haría después, y así fue.
La expedición tenía 24 integrantes, la más pequeña acomodada convenientemente sobre la espalda de su papá. Emilie, con solo dos añitos, viajaba además con su mamá y su hermano Ernesto, de seis años.
No faltaban manos dispuestas a colaborar. Sobraban ganas, alegría, chistes, anécdotas y hasta frases conmovedoras. Las pendientes en ocasiones superaban los 40 grados, por eso el esfuerzo físico conducía de vez en cuando a la pausa obligatoria para compartir algunos dulces, maní o el agua que cargaba cada uno con la orientación de administrar celosamente.
Entre las rocas y la vegetación serpenteaba una escalera angosta. Esa era la señal de que llegaban a la meta. Alguien dijo que eran más de 150 escalones hasta la cima y probablemente más de uno intentó contarlos mientras reunían fuerzas para subir el próximo peldaño.
Ya era de noche. Habría que esperar al día siguiente para disfrutar el triunfo. Solo quedabaenergía para preparar las tiendas, protegerse del viento, comer algoy dormir. Justo en ese momento comenzó una conferencia sobre astronomía. Aunque pareciera imposible, muchos se animaron a participar bajo la "lluvia de estrellas" que les regala el universo. Así les sorprendió el amanecer.
Después de limpiar la tarja y valorar el estado de conservación del busto, Jean Robainasse dirigió al grupo para hablarle sobre los orígenes del proyecto.
Dijo que el artista bautense Arnaldo Díaz se enamoró de la idea de inmediato y esculpió el busto de Antonio Maceo que está colocado hoy en la cima más alta del Occidente cubano.Trabajada en roca caliza, la obra pesó 170 libras, a las que se sumaban otras 70 del huacal o caja de embalaje en que se transportó aquel 6 de diciembre de 2006.
Para quienes acababan de subir por esos senderos improvisados y agrestes era fácil entender el significado de aquella acción. Al cansancio lógico se sumaba una carga adicional. Las tres horas que duraba el ascenso se convertían en nueve.
Después de escuchar las anécdotas en voz de sus protagonistas todo cobraba mayor significado.Es mucho más que subir lomas, pernoctar en tiendas de campaña y compartir entre amigos. Así es que muchos prometieron regresar el próximo año para celebrar juntos el X aniversario y recordar de una forma diferente a Maceo, ese hombre grande e imprescindible para Cuba, como le llamó José Martí.
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