Médicos en las montañas: sin miedos ni soledades

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Marta Hernández Casas| Foto Arelys Maria Echevarría Rodríguez| ACN
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01 Diciembre 2015

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La exuberante vegetación deslumbra a los visitantes, diferentes tonos de verde inundan el lomerío, interrumpido en ocasiones por  sendas asfaltadas que conectan poblados y asentamientos.

Así es el macizo Guamuhaya, serranía compartida por las provincias de Sancti Spíritus, Cienfuegos y Villa Clara, donde los cultivos de café y tabaco devienen producciones principales y sustento económico de sus habitantes.

Allá inmerso en la amalgama que brinda la naturaleza está Jibacoa, poblado considerado el centro gestor de la vida económica y social del lomerío en territorio villaclareño, donde se agrupan empresas, centros de salud y otras instituciones.

La zona del Guamuhaya en esa provincia, supera los 291 kilómetros cuadrados y acoge a  nueve mil 223 personas. Solamente en Jibacoa residen cuatro mil 444, las que son atendidas  en 14 consultorios médicos de la familia.

Un policlínico general brinda todos los servicios que se necesitan para resolver emergencias y urgencias médicas, además de las consultas con diferentes especialidades clínicas, al igual que en el resto del país.

Adán Villavicencio Guzmán, director del  área de salud Jibacoa, perteneciente al Plan Turquino Manatí, en Villa Clara,  reconoce con orgullo que el trabajo mancomunado de médicos y especialistas permite el reporte actualmente de cero mortalidad infantil.

Noveles galenos cubren el área, ellos tienen como prioridad  proteger a todos sus pacientes, atender sus necesidades médicas y detectar a tiempo los indicios que puedan desencadenar en enfermedades, dijo.

Dan respuesta a situaciones que surgen en los más distantes lugares de la serranía, de no contar con esos servicios todo fuera diferente, y reportáramos realidades muy duras y desagradables, afirma.    

Las embarazadas y recién nacidos llevan un tratamiento especial condicionado por las peculiaridades del lomerío y lo intrincado de algunos asentamientos, añadió.

Claudia Pérez, tiene solo 25 años y recién egresó de la Universidad de Ciencias Médicas Doctor Serafín Ruiz de Zárate, ahora trabaja en el consultorio número cuatro de Boquerones.

Reconoce la grácil muchacha que su vida le cambió totalmente cuando inició sus días en la montaña. Nacida y criada en Santa Clara, para ella el mundo era una ciudad, donde todo está al alcance de la mano y los medios de transporte van y vienen por doquier.

“Cuando llegué aquí, el primer día anduve unos cinco kilómetros loma arriba para visitar un recién nacido en el
asentamiento Sitio Yeras, llegué muy cansada, con ampollas en los pies y llena de polvo. Esa realidad no me la hubiera imaginado jamás”, relata.

“Lloré mucho esa noche porque tuve miedo de no poder adaptarme, pero poco a poco me fui acostumbrando, incluso,  ya conozco a  todos los pacientes por sus nombres y motes”.

“Aprendí a montar a caballo y mulo, como una vía más cómoda de llegar a las viviendas alejadas y poder hacer bien mi trabajo”.

Comenta que para evitar que las recién paridas y sus bebés recorran largas distancias, los médicos y enfermeras llegan
diariamente  hasta las casas para curarles a los niños el ombligo y darle seguimiento a las puérperas.

Afirma Claudia que le satisface saber que los pobladores de la montaña se sienten protegidos por la existencia de los   médicos, quienes brindan servicios en el momento que se necesite.

El miedo a las ranas, las noches muy oscuras y frías, y la lejanía de sus padres fueron cuestiones que venció para  poder ejercer con calidad su labor.

Anayansi Pereira, de 20 años, recibe a diario la visita de la doctora y el enfermero, quienes la reconocen a ella y a su pequeña recién nacida.

Luego de recibir la atención médica en su casa la lugareña relata que su abuela le contaba como antes de la Revolución, parir en el lomerío era una odisea, el miedo a la muerte y la soledad perturbaban la dicha de traer al mundo una nueva vida.

Cuando regresé del hospital con mi pequeña Brianna en brazos, la doctora me esperaba para recibir a la niña y realizar la primera consulta en el domicilio.

Recordé de inmediato a mi abuela que contaba como los montañeses se morían sin ver en su vida a un  médico, apuntó con cierta nostalgia.