Una de las ciudades más seductoras de Cuba es Santiago, caracterizada por su acervo histórico, patrimonial y cultural inigualable con el donaire y riqueza espiritual de su gente noble y guerrera.
Alegres, francos, bravos, joviales, valientes, fieles, los santiagueros y santiagueras se dan cada día a la heroicidad en la vida, en el trabajo, en la salvaguarda de sus conquistas como si fuera el último.
Van y vienen por las calles orgullosos de ser de esta tierra rebelde, calurosa y fascinante; bajan Enramadas, suben Padre Pico o el Paseo Martí y la sonrisa en el rostro y el chiste a flor de piel, felices de existir en este tiempo con sus aciertos, apremios y vicisitudes.
Entre tantas historias extraordinarias o sencillas que nacen cotidianamente está la de Guadalupe Laffita Zamora, quien vive, trabaja, ama, se entrega en esa ciudad de ensueños aportando con total desinterés y probada militancia en cada obra colectiva con su especial sello.
“Una mujer apasionada del trabajo”, es la mejor definición que ofrece de ella misma, a quien le reconforta pensar siempre en una frase de José Martí de que lo importante en la vida no es hacer lo que una quiere, sino querer lo que una hace.
Licenciada en Filología en 1984 en la Universidad de Oriente, ha laborado por 33 años como correctora de prensa en el periódico Sierra Maestra de Santiago de Cuba, donde sobresale por su maestría profesional, dedicación y confiabilidad, y “al que debo la responsabilidad y preparación adquiridas en mi quehacer”, reconoce.
Su disciplina y modestia le imprimen distinción a su trabajo, hasta cierto punto anónimo, pues, aunque no aparece su crédito, allí todos saben que su mano está en la palabra exacta, el texto perfeccionado, la coma mejor colocada y hasta en nuevos títulos sugeridos.
“Me encanta ser correctora de prensa, la pasión por ese oficio aviva mi espíritu cada jornada en que me enfrento a la lectura de las páginas del periódico”, dice con sencillez, pero quienes la conocen bien saben que a cada línea leída le pone alma y corazón.
Ella es de las que no se quedan con dudas en el tintero, ojo avizor revisa y lo vuelve a hacer una y otra vez, investiga, consulta, escudriña, una palabra, un concepto, un dato histórico, tiene tal olfato en su función que es realmente una especialista de gran valía, con un bien ganado respeto en el sector periodístico.
Se sonroja ante cualquier elogio, no se atribuye ningún mérito individual, prefiere compartirlo en el Departamento de Redacción del “Sierra Maestra”, donde han aprendido una lección importante: el trabajo en equipo permite que cada sábado al circular la publicación los lectores se sientan satisfechos con lo recibido.
Lupe, como se le conoce en el ámbito laboral y social, es también consagrada a una familia unida y colaboradora, se desvivía por su madre Lourdes que inesperadamente murió, cuando más necesitaba de su cariño, y por su tía Gladys, con demencia, pero le queda el consuelo de haberla cuidado hasta el último instante.
Ninguna de estas situaciones difíciles y dolorosas la vencieron ni menguaron su espíritu y energías, levantó la cabeza y siguió adelante, segura de que muchas motivaciones hermosas y alegrías le quedan aún por vivir.
Tal vez la primera será ver a sus dos hijos graduados de Medicina: Josué cursa el sexto año de la carrera, y Adriana el cuarto, dos jóvenes talentosos, de almas generosas y nobles, como hechos para la profesión de verdadero sacerdocio que escogieron.
Haberlos forjado con esos valores, junto a su esposo, el reconocido periodista Miguel Ángel Gaínza Chacón, constituye el gran orgullo de Lupe, que ni su extrema modestia le permite ocultar.
Ahora siente la satisfacción de que su núcleo familiar ha crecido con Lisandra, la joven Licenciada en Tecnología de la Salud, novia de Josué, convertida en una verdadera hija para Lupe.
De trabajadores con tales virtudes se nutre el periódico Sierra Maestra, en casi 60 años de duro bregar que cumplirá el venidero siete de septiembre, y en el cual el aporte de la protagonista de esta entrevista ha sido clave como correctora de prensa de primera línea por más de tres décadas.
Desde su creación en plena lucha clandestina en el Santiago rebelde y heroico de 1957, sus fundadores primeros, los que hoy ya están jubilados y el colectivo actual han contribuido a tejer una historia de lucha y trabajo que distingue a este decano de los periódicos cubanos.
“Es un honor desempeñarse con muy buenos colegas en el ejercicio periodístico y demás trabajadores de un centro avalado por la condición de Vanguardia Nacional del Sindicato de la Cultura en 2016 y en otras ocasiones, además de ostentar la Réplica del Machete del Generalísimo Máximo Gómez”, refiere.
Nacida en un modesto hogar santiaguero donde recibió las primeras lecciones cívicas, con gratos recuerdos de los edificantes años universitarios, y la suerte de forjarse en el contexto laboral en el periódico han hecho de Guadalupe Laffita Zamora una mujer realizada, según expresa.
Amante sempiterna de su Santiago, así se confiesa, la ciudad que no cambia por nada ni siquiera por su manifiesto temor a los temblores, esos que le quitan el aliento y la hacen salir escaleras abajo desde el piso siete del edificio de 18 plantas de la céntrica avenida Victoriano Garzón, donde vive.