Hoy es cuatro de abril, y un cartel lleno de luz está ante mis ojos. La Unión de Jóvenes Comunistas (UJC) cumple 55 años, con el reto de tener eterna vitalidad a favor de un país siempre mejor.
Su responsabilidad es enorme como vanguardia de las nuevas generaciones y hermana mayor de otras organizaciones, incluida la Organización de Pioneros José Martí (OPJM), la cual festeja este martes su aniversario 56.
Mucho ha pasado desde la creación de la UJC en 1962, cuando Fidel Castro lo propuso en la jornada de clausura del Primer Congreso de la Asociación de Jóvenes Rebeldes (AJR) y todos lo aprobaron. Adoptar el nuevo nombre significaba reafirmar la voluntad de construir el socialismo y aspirar al comunismo, a solo 90 millas de Estados Unidos.
Cambió la denominación, pero permanecieron invariables las esencias de la AJR, constituida tiempo antes por idea de Ernesto Che Guevara. Cuentan algunos fundadores que pertenecer a la primera y, luego, a la segunda era un enorme privilegio y requería sacrificios; sin embargo, centenares de personas se esmeraban, deseosas de portar un carné de militante, y acumulaban centenares de horas de trabajo voluntario.
Nosotros debemos conocer con profundidad la historia de la UJC, como la de la nación, saber el significado y proceso de confección de su emblema, cuál ha sido el papel desempeñado en las diferentes etapas, y sobre todo tenemos que contribuir a su necesaria condición de ser vivo, capaz de saltar, correr, enamorar, abrazar, criticar y construir, porque de eso también depende, en parte, el futuro de esta Patria tan nuestra, edificada gracias al empeño, esfuerzo, valor y principios de muchas personas, incluidos jóvenes.
Dejo de teclear y pienso en quienes a pesar de su corta edad se fueron a la manigua a pelear con machetes, participaron en huelgas, asaltaron dos cuarteles en julio de 1953, vinieron en un barco lleno de sueños para toda una nación y conquistaron la libertad, después de que varias generaciones sufrieron derrotas y muertes, pero jamás perdieron el aliento.
Los integrantes de la UJC debemos impulsar siempre acciones para concretar más anhelos y contribuir a que los sentimientos Revolución y Socialismo perduren con fuerza en el corazón de nuestros contemporáneos, hijos, nietos y otros descendientes.
Y no bastará con hablar bonito ni llenar papeles de buenas ideas.
Es preciso seguir transformando la realidad a favor del presente y futuro de una sociedad perfectible, pero madre de alegrías y grandes beneficios. Debemos ser entusiastas, pero profundos, rebeldes y comprometidos con el país y la UJC, la cual, por su historia e importancia, debiera ser meta permanente para todas las generaciones de cubanos.
Lo he escrito varias veces: “Confío en mi generación”, en quienes juegan pelota en el barrio, en esos muchachos llenos de sueños…, aunque usen aretes y se hagan los pinchos en el cabello, en quienes tienen el reto de guiarnos desde esa organización admirable…
Los jóvenes de los años ’60 estuvieron muy dispuestos y consagrados, y a nosotros nos corresponde ser iguales de incondicionales. No se trata de ser “come candelas”, como expresan algunos, sino de aportar con inteligencia y voluntad infinita, dar el paso al frente cuando sea necesario, y decir: “Voy yo”, sin necesidad de ser señalado.
Durante los últimos días he tenido sensaciones muy agradables, junto a otros muchachos. Los vi reír, jugar, caminar decenas de kilómetros y emocionarse en el Monumento Nacional Comandancia General del Ejército Rebelde, en La Plata, donde gravitan la imagen y el ejemplo de Fidel y los demás guerrilleros.
Percibí como se volvían más amigos y hasta hermanos en el esfuerzo conjunto. Los escuché hablar con orgullo de su país y de la admiración al Comandante en Jefe, Padre Grande de la Revolución. Y me emocioné, todavía lo estoy, porque confirmé que nosotros, junto a las personas de más experiencia, tenemos la fuerza y el compromiso de seguir construyendo una Cuba más grande.
Yasel Toledo Garnache
991
04 Abril 2017
04 Abril 2017
hace 8 años