El aniversario 65 de la fundación de la Federación de Mujeres Cubanas (FMC), este 23 de agosto, constituye una verdadera fiesta para Cuba, donde se conquistaron derechos y oportunidades en su beneficio y favorecieron su participación en la sociedad bajo el influjo del proceso emancipador y del Comandante en Jefe Fidel Castro, quien aseveró: “Sin la mujer, la obra ingente de la Revolución no habría sido posible”.
Profunda manera de expresar estimación y reconocimiento que ponderan su entrega a la Patria, porque su tesón y su sonrisa las convierten en imprescindibles al asumir misiones en la nación y fuera de las fronteras, además de ser inspiración y fuerza allí donde las condiciones son adversas y se reclaman conocimientos, sensibilidad, consagración y amor.
Al festejar estos fructíferos 65 años de vida, el primer pensamiento y agradecimiento de la membresía lo merecen Fidel y la eterna presidenta Vilma Espín Guillois, artífices principales de la génesis y forja de la organización femenina y a quienes está dedicada esta celebración.
Se lo ganó Vilma que trabajó tesoneramente en el proceso de integración de las organizaciones revolucionarias femeninas hasta fusionarse en una sola Federación de Mujeres Cubanas, desde el 23 de agosto de 1960, y fue tan justo que la aclamaran como presidenta que mantuvo la misma tenacidad y afán de crear y multiplicar del principio hasta su último aliento.
Su liderazgo en la FMC se tradujo en disímiles iniciativas en la búsqueda del empoderamiento de las mujeres; se sintió dichosa de ser contemporánea de compatriotas dedicadas al avance de la nación, por eso conducir los destinos de la organización más que un trabajo lo consideró un placer inigualable.
Con ese aval forjado en el combate no era casual que fuera vehemente defensora de la mujer desde su alta responsabilidad, porque en un país donde hubo patriotas como la madre de los Maceo, Mariana Grajales; la precursora de las luchas por los derechos de la mujer, Ana Betancourt; revolucionarias como Haydée Santamaría, Melba Hernández, Celia Sánchez, Vilma, Lidia Doce, Clodomira Acosta…, lo que más predominaba era la discriminación.
Tras las transformaciones que trajo la Revolución para todos desde el punto de vista de equidad, una nueva vida también se abrió para ellas como las posibilidades de estudio, de empleos dignos, de calificación técnica, de trato humano. Ganar la dignidad se inscribe como uno de los logros más positivos y la Heroína de la Sierra y el Llano estuvo al frente de esos afanes.
Fidel y Vilma son símbolos y las hijas de esta tierra los han honrado. Si las buscas en el acontecer socioeconómico sobresalen en puestos de vanguardia y hasta en los no tradicionales; fusil al hombro se encuentran para salvaguardar los logros, y en áreas tan estratégicas como la producción de alimentos se posicionan ante el surco para que crezcan los frutos que el pueblo necesita.
Al fundarse los órganos del Poder Popular, no temieron enfrentar una tarea nueva que representa entrega y preparación, así asumieron funciones de delegadas de circunscripciones, sensibles ante los problemas de la comunidad; y en el Parlamento cubano ocupan escaño la obrera, la campesina, la estudiante, la maestra, la científica y la ministra de igual a igual.
Así andan, así aportan. Representan con orgullo más del 65 por ciento de la fuerza técnica y superior del país y sobresalen por su capacidad, disposición y talento en importantes centros de la producción y los servicios, y en ramas como la ciencia, al integrarse a colectivos vanguardistas en las investigaciones científicas y propuestas de medicamentos salvadores.
Las inspira el legado de quienes fueron intrépidas mambisas en la manigua y bravas guerrilleras de la Sierra Maestra; de los rostros femeninos que cosieron uniformes verde olivos en el sigilo de la madrugada y protegieron a perseguidos en armarios, abriendo de par en par sus casas y los corazones.
Asimismo estuvieron listas en los botiquines para curar heridos en caso necesario, así como también reservaron en los senos y bajo las faldas mensajes indicativos de peligrosas misiones, en los días en que el feroz enemigo no daba tregua contra todo lo que oliera a revolución ni distingo si tenía delante un combatiente con vestido o pantalones.
Las Marianas de hoy, a pesar del duro bregar, mantienen el espíritu de sus antecesoras, quienes supieron vivir, luchar, flaquear y vencer para que las de ahora escriban la historia de construirse camino propio, para asumir las nuevas batallas y seguir levantando a fuerza de coraje, intuición, energía y sacrificios esta obra que no sería completa sin su sonrisa, sin su ternura, sin su valor.
Sólidas convicciones sustentaron las ideas y acciones que defendió el Comandante en Jefe en su beneficio, convencido y sorprendido gratamente ante su empuje y fortaleza, expresión de constituir una fuerza poderosa al servicio de la nación, una Revolución dentro de otra Revolución, como él mismo las calificara.
Por eso exigen un puesto en el combate y en el trabajo; ocupan responsabilidades en sectores estratégicos, sirven con desinterés a otros pueblos, y muestran un compromiso notable con su Revolución, a raíz de la cual alcanzaron derechos, dignidad, justicia e igualdad para ser protagonistas en la edificación de una sociedad que las tenía en cuenta.
El interés por su bienestar y desarrollo lo han reciprocado; están en las aulas forjando el futuro, en los laboratorios haciendo ciencia para la vida y el progreso, en las fábricas en puestos esenciales para el avance de la nación, en los barrios fortaleciendo el proyecto social o en la práctica del Código de las Familias para que Cuba sea más justa, más amorosa, más inclusiva, más feliz.
Ellas han demostrado ser vencedoras de imposibles, con un peso relevante dentro de la fuerza técnica calificada de la isla; no hay sector de la sociedad en el cual no estén representadas, incluso en tareas como la construcción y en el ámbito militar; una diferencia abismal antes de 1959, cuando eran marginadas.
Con tantos logros tal pareciera que todo estaba hecho, pero la aprobación recientemente del Programa Nacional para el Adelanto de las Mujeres constituye demostración de confianza, respeto y compromiso de Cuba con la igualdad de género, una batalla que todavía se libra con energía y fervor.
En el contexto de la Revolución cubana, el 23 de agosto de 1960 se establece como una fecha emblemática que celebra la creación de una organización que no solo representa un hito en la historia del feminismo en la mayor de las Antillas, sino que también refleja el compromiso del Estado cubano por promover la igualdad de género.
Aunque disfrutan de un alto nivel de equidad por derecho, calificación y protagonismo, con responsabilidades en diversas ramas; todavía enfrentan vestigios ancestrales que las limitan en cargos de toma de decisiones, indicio de que la lucha continúa ante un desafío que enfrentan con estoicismo.
Ellas han escrito y siguen escribiendo esa difícil pero edificante historia de construirse camino propio, gracias al apoyo incondicional de Fidel, quien tuvo la visión de fundar la FMC para aglutinar el talento y empuje femenino a favor del proceso revolucionario, bajo la presidencia de una heroína fiel como intérprete ferviente y creativa de las ideas de su líder.
Así sustentan las convicciones de José Martí que el Comandante en Jefe hizo suyas: “Las campañas de los pueblos solo son débiles cuando en ellas no se alista el corazón de la mujer, pero cuando ella culta y virtuosa unge la obra con la miel de su cariño, la obra es invencible”.