Era la madrugada del 15 de octubre de 1994, el pedraplén que une Caibarién con cayo Santa María, se convirtió en escenario de un acto de barbarie, Arcilio Rodríguez García, un joven cuya única "culpa" era disfrutar de la pesca deportiva, fue vilmente asesinado por un comando del Partido Unidad Nacional Democrática (PUND), organización terrorista con raíces en Miami.
El relato de Claudio Morera Pérez, testigo presencial del horrendo suplicio, pone los pelos de punta: “Nos encontrábamos en el referido camino de piedras sobre el mar cuando regresábamos a Caibarién y fuimos interceptados por tres individuos, relata con la voz entrecortada por el recuerdo. La orden fue tajante: Detengan el carro”.
Armados con fusiles, los desconocidos exigían armas que los trabajadores no poseían. A pesar de las súplicas de estar desarmados, la brutalidad se impuso.
"Arcilio se bajó por la puerta izquierda del carro y es en ese momento que uno de estos individuos dispara una ráfaga y cae vilmente asesinado en la flor de su juventud".
Su pérdida dejó una herida imborrable en sus padres, Marta y Alcidio. Entre lágrimas, lo recuerdan: "Yo recuerdo a mi hijo con mucho cariño y mucho amor. Ese era el ídolo mío, era un hijo muy bueno".
Aquel acto cruel se magnifica al pensar que la víctima era un joven que solo buscaba el esparcimiento, arrebatado de forma tan brutal por la intolerancia y el odio.
El hecho de que el comando terrorista del PUND, se adjudicara el asesinato, subraya la naturaleza política y desestabilizador del asesinato.
No se trató de un simple crimen pasional o un robo, sino de una acción premeditada para sembrar el terror y la desconfianza.
La rápida acción de Juan José Pérez Luna, integrante del Contingente Campaña de Las Villas, quien logró detener a los agresores y entregarlos a las Fuerzas del Ministerio del Interior, fue crucial.
Al ser capturados, se les incautó un arsenal impresionante: cinco fusiles AK-47, un fusil AR-15, un fusil M-14s, cuatro pistolas y otros medios de guerra.
El objetivo de estos "contrarrevolucionarios", como se les denomina en el contexto de la época, era claro, llegar al Escambray y fomentar la creación de bandas armadas, replicando estrategias del pasado que tanto daño causaron a la población cubana.
Este episodio es un crudo recordatorio de que el terrorismo, en todas sus formas, ha dejado una marca profunda en el corazón de Cuba.
Hoy, mientras se recuerda este trágico aniversario, surge la indignación ante la pretensión de algunos sectores de la ultraderecha de recibir a figuras como José Daniel Ferrer y al propio Humberto Eladio Real Suárez, presentándolo como un "héroe" al estilo de Luis Posada Carriles.