Avanzado el mes de octubre de la presente temporada, parecía una utopía que alguien pudiera disputarle al boxeador Julio César La Cruz (división 81 kilogramos) el galardón al mejor atleta del año en Cuba, sobre todo después de que el ya habitual dueño de este premio, Mijaín López, estuviera descartado al NO retener su título mundial.
El palmarés de La Cruz no daba lugar a dudas, con resultados como el haberse coronado monarca del orbe –por tercera ocasión consecutiva- y en los Juegos Panamericanos de Toronto, Canadá, además de ostentar el subtítulo en la V Serie Mundial de Boxeo, entre otros, válidos para liderar el ranking planetario y recibir el premio de mejor pugilista del orbe.
Tampoco a esas alturas del calendario, quedaban para la mayor de las Antillas eventos internacionales capaces de catapultar a cualquier atleta hacia la cima de las encuestas, por la pelea del título al mejor deportista de la Isla en el 2015, toda vez que solo restaba el Campeonato Mundial de Gimnasia Artística, en el cual se esperaba alguna que otra presea y nada más.
Pero, para sorpresa de muchos, incluso de especialistas de la disciplina, llegó la noticia e inesperados resultados obtenidos por el joven gimnasta de 19 años de edad, Manrique Larduet, en la cita escocesa de Glasgow, a finales de octubre, donde plasmó su nombre en los anales de la historia.
Hasta ese momento, Larduet había transitado el año con alentadores desempeños como los conseguidos en la Copa del Mundo de Anadia, Portugal, donde conquistó tres preseas de oro y dos de plata, o en la cita continental de la urbe norteña, en la cual alcanzó un metal áureo, dos subtítulos y otro bronce.
Justa esa, en la cual a no pocos les parecieron injustas algunas de las calificaciones otorgadas a sus ejecuciones, por lo que debió merecer más del título obtenido en el caballo de salto.
También en el transcurso de su preparación de cara a la lid mundialista, con la mira puesta fundamentalmente en la clasificación olímpica a Río de Janeiro 2016 (Brasil), Manrique incursionó en otra parada de la Copa del orbe, que tuvo por sede a la localidad croata de Osijek, donde puso a prueba varios elementos de mayor grado de dificultad.
Precisamente, debido a tal estreno de sus exhibiciones, el gimnasta santiaguero quedó sin preseas, en una de sus más discretas actuaciones de la presente temporada, puesto que tuvo que conformarse con un quinto escaño en el potro de salto y un sexto en anillas, como principales resultados de esa lid.
Por ello, parecía descabellado vaticinar, en tan corto tiempo de ajustes y adaptación a las nuevas maniobras, que la gran promesa cubana escalara al podio de premiaciones en algún que otro aparato y mucho menos que consiguiera el boleto a la urbe carioca del año entrante.
No obstante, el pupilo de Carlos Rafael Gil sacó a relucir su talento para convertirse en el primer cubano que en un campeonato mundial consigue más de una presea y el que más acumula en este tipo de certámenes en la historia de la gimnasia cubana.
Anteriormente, lo había conseguido el extraordinario gimnasta Erick López (plata en paralelas) y León Richard (bronce en caballo de salto), ambos en la edición belga de Gante 2001, únicas preseas estas conseguidas entonces por Cuba en campeonatos universales.
Además del mencionado cupo a Río de Janeiro, materializado con el bronce en la barra fija, Larduet se convirtió en el segundo hombre más completo del planeta, al conquistar el metal de plata en el All-Around, solo superado por el extraclase japonés Kohei Uchimura.
Y como para no desentonar, se coló en otras dos finales por aparatos –paralelas y manos libres-, en los cuales obtuvo unos meritorios quinto y séptimo puestos, respectivamente, igualmente con altas calificaciones, avales con los que se confirmó entre los principales exponentes de este deporte en el orbe.
Después de haber realizado tal hazaña, no quedaba la menor duda, Manrique sería el atleta del año, por ello la justa y merecida decisión de cronistas y especialistas deportivos de otorgar el reconocimiento compartido con La Cruz, quien también tuvo sobradas razones para ostentar dicho galardón.