Crear, fundar y dirigir la Casa de las Américas posicionó a Haydée Santamaría en el olimpo eterno de las heroínas de Cuba y a su trayectoria se suman episodios rayanos en los límites del sufrimiento humano.
Vio la luz en Encrucijada (antigua provincia de Las Villas) el 30 de diciembre de 1922 e hija (la mayor de cinco hermanos, incluido el mártir Abel Santamaría) de los emigrantes españoles Joaquina Cuadrado Alonso y Benigno Santamaría Pérez.
Durante sus iniciales años escolares, aprendió de su maestro valores patrióticos e históricos, basados en los relatos y clases sobre Carlos Manuel de Céspedes, Ignacio Agramonte, Antonio Maceo y, en especial, de José Martí.
Con posterioridad, se prepara con vista a ingresar en la Escuela de Enfermeras, pero cancela, al tomar el camino de la lucha revolucionaria ante el ambiente político podrido del país. Su hermano menor, Abel, la precedió en ese empeño. Ambos se trasladan a La Habana, primero él, y luego, ella.
Tras el golpe de Estado encabezado por el dictador Fulgencio Batista, el 10 de marzo de 1952, junto a Abel y otros revolucionarios editan los periódicos clandestinos Son Los Mismos y El Acusador, y realizan una intensa labor de agitación y oposición al régimen.
Conoce a Fidel Castro y su apartamento de 25 y O, en el Vedado, La Habana, se convierte en centro del naciente movimiento revolucionario, conocido como la Generación del Centenario que adopta las armas como única forma de combate para obtener el poder.
De esas reuniones secretas surge la idea de atacar los cuarteles Moncada, en Santiago de Cuba, y Céspedes, en Bayamo, el 26 de julio de 1953.
Esas acciones fracasaron en lo militar, pero trazaron el rumbo definitivo del éxito revolucionario del primero enero de 1959.
Haydée participó en el combate del Moncada y con su hermano Abel ocupó el cercano hospital civil Saturnino Lora, en apoyo a los asaltantes de la fortaleza santiaguera. Allí, junto a su amiga Melba Hernández, auxilió al médico Mario Muñoz, en la atención de los heridos, de uno u otro bando.
Fue capturada y para hacerla hablar, le dijeron que su hermano y novio fueron torturados y asesinados. Como muestra de ello, le mostraron un ojo de Abel y los restos de los genitales de su novio Boris Luis Santa Coloma. Pese a tan horrible escena, no habló y por el contrario respondió: “...morir por la Patria es vivir”.
En su alegato de defensa por los sucesos del Moncada, La Historia Me Absolverá, Fidel Castro, al recordar la actuación de Haydée en ese interrogatorio, expresaría: “Nunca fue puesto en un lugar tan alto de heroísmo y dignidad el nombre de la mujer cubana”.
Un tribunal le impuso una condena de siete meses de prisión de los cuales cumplió seis en el reclusorio penitenciario para mujeres en Guanajay (antigua provincia de Pinar del Río).
Al recuperar su libertad pasó a integrar la Dirección Nacional del Movimiento 26 de Julio y bajo encomienda de Fidel desde el exterior recaudó fondos, recursos y reclutó revolucionarios para el destacamento guerrillero que en la Sierra Maestra combatía contra el ejército batistiano.
Regresó a Cuba al triunfar la Revolución, trabajó en el Ministerio de Educación y luego fundó y dirigió por muchos años la Casa de las Américas, desde la cual influyó en el devenir cultural nacional y de América Latina y el Caribe.
Esa institución artística organizó concursos en literatura y recibió a los intelectuales latino-caribeños de mayor prestigio en la región o de otras y abrigó a los integrantes de la Nueva Trova, entre cuyos fundadores se encuentran Pablo Milanés, Silvio Rodríguez y Noel Nicola, entre otros, que enriquecieron el panorama musical cubano al punto de ganarse a miles de seguidores a todo lo largo y ancho del continente americano.
Empero, Haydée nunca llegó a superar los momentos vividos en aquel horripilante interrogatorio posterior al Moncada.
Siempre se notó un hálito de profunda tristeza y dolor sobre todo en su mirada por aquel horrendo episodio que tal vez la hizo adoptar la decisión de partir de este mundo el 28 de julio de 1980.