Recuerda una popular expresión que quien trabaja con sus manos, su corazón y su cabeza crea belleza que perdura, y bien lo sabe Ileana Esnard Beci, con cerca de 30 años dedicados a recrear muñecas y figuras humanas, en una obra donde late una verdad íntima: la artesanía vuelve el alma una forma visible.
Pese a no planearlo en su juventud, Ileana --hoy con más de siete décadas de vida-- recordó crecer rodeada de esculturas monumentales gracias a su padre, el renombrado artista matancero Juan Esnard Heydrich, autor de obras como el conjunto escultórico en el jardín del Instituto Preuniversitario Vocacional de Ciencias Exactas (IPVCE) Carlos Marx y otros monumentos que aún marcan la ciudad.
Contó Ileana que mientras en los años 90 trabajaba como ingeniera agrónoma en proyectos de riego, la artesanía llegó a su vida casi por azar, para despertar una pasión que pronto transformaría su historia
Bajo la iniciativa de regalar juguetes a los niños en tiempos de escasez, comenzó a crear sus primeras muñequitas junto a compañeras de trabajo, con piezas de telas simples y sin detalles ni técnica avanzada, que reflejaban la curiosidad y los primeros pasos de su aprendizaje. La inesperada aceptación de aquellas creaciones la acercó al mundo artesanal, para abrirle un nuevo camino del que no se apartaría.
Cada pieza que hizo se convirtió en un desafío y en una experiencia, "las primeras tomaron como base a unas muñequitas rusas, a las que le sumé otros elementos más distintivos de la cultura cubana. Le siguieron las negritas, el uso de la güira para la forma de la cabeza, y poco a poco perfeccioné la técnica, para incorporar detalles y elementos con los que busco transmitir un sentimiento".
Después de abandonar la ingeniería para dedicarse de lleno a las manualidades, se incorporó a la Asociación Cubana de Artesanos Artistas (ACAA) de Matanzas en 1995 y participó en exposiciones, entre recreaciones de personajes de cuentos infantiles: Caperucita Roja y el Lobo; la pequeña Pilar de los versos de José Martí, y con figuras reflejos en su mayoría de la niñez, desarrolló la labor que asegura ser su "pasión y escape del mundo".
Su última creación, Amor de tercera edad, la llevó a enfrentar cada desafío técnico y limitación de materiales, utilizó desde almohadas viejas hasta retazos de tela, para buscar con ayuda de familiares y amigos dar vida a cada detalle.
Aunque el trabajo exigió paciencia y precisión, la verdadera fuerza de la pieza reside en su corazón, pues es un homenaje a su esposo, un amor que persiste más allá de la ausencia física, que la conmueve y la hace recordar años compartidos, gestos y afectos que ahora se materializan en esta pareja de ancianos, y que transforma la artesanía en memoria viva y emoción tangible.
Gracias a la observación de imágenes, búsqueda de referencias y la experimentación, desarrolló expresiones faciales y movimientos del cuerpo que transmiten sentimientos.
Cada puntada, cada ajuste y cada error corregido se convirtió en parte de un proceso obsesivo, pero gratificante que culminó con el galardón de Primer Premio durante el VIII Salón Provincial El Artesano que organiza la ACAA en los dominios yumurinos.
Confesó Ileana que la labor artesanal se volvió para ella una especie de terapia, una ocupación que llena sus días de propósito, concentración y disfrute, en la cual los retos se enfrentan con creatividad y las dificultades materiales se superan con ingenio, pasión y perseverancia.
Los logros, incluidos los premios, reflejan su entrega y constancia, así como también su capacidad para transformar la casualidad en vocación y el esfuerzo en belleza, que la consolidan como un referente de la artesanía matancera contemporánea.
Continúa la senda de su última obra, y actualmente trabaja en una nueva propuesta en la que aplica la misma técnica de construcción de rasgos faciales bien definidos con tela, para recrear esta vez el vínculo entre los infantes y sus abuelos, los lazos que se tejen desde el cariño y el amor, una representación que prepara para el próximo año y que promete mantener la delicadeza, la sensibilidad y el rigor que marcan su trayectoria, y que reafirma su camino creativo lleno de memoria, afecto y detalle.
Ileana mira cada pieza terminada con orgullo, consciente de que su obra conecta generaciones, emociona a quienes la reciben y preserva tradiciones, y afirma que seguirá con el afán de crear, aprender y compartir su arte, porque cada pieza es un hilo que une la memoria, la vida y la pasión por la artesanía.
