Fidel, el mío

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Dai Liem Lafá Armenteros
900
27 Noviembre 2016

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Muchos cubanos aún no pueden creerlo. Es duro aceptar la partida física del Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, el líder revolucionario que guió Cuba hacia la soberanía y la dignidad.
Humildes hombres y mujeres de pueblo lloran la partida que los tomó por sorpresa; no pocos dormían mientras se conocía la noticia. Ni siquiera al final quiso Fidel sobrecoger a su gente.
Al amanecer del 26 de noviembre ya era vox populi el triste acontecimiento, y tal como les salía del alma los cubanos de a pie expresaron su dolor y dejaron brotar sus emociones.
Un habanero dijo con pesar: no puedo creer que haya muerto Fidel, “el caballo”. ¡Contra… ese es “el mío”!
Y es que los cubanos son transparentes cuando hablan de su Comandante. Porque “el hombre”, “el barba”, “el caballo”, “lo máximo”, en fin, Fidel, es efectivamente mío, tuyo, de nosotros, de todos por igual.
Es una admiración que se ganó Fidel desde las luchas universitarias contra la opresión de su Patria, y cuando era un joven abogado que defendía a los pobres, sin cobrarles, de los desmanes de los pudientes. Incluso, desde mucho antes, en la niñez, ya era reconocido por sus valores.
Seguro él sabía de los nombres que le daba el pueblo, tan dado a ponerle motes cariñosos a quienes aman.
Y es que Fidel, “el caballo”, se queda con su gente haciendo Revolución, ayudando a quienes lo necesiten, advirtiendo los peligros que acechan a la humanidad.
Seguirá viviendo en cada barrio, poblado, batey, tomando nuestro café y sufriendo nuestras carencias, pero siempre con el espíritu de vencer los obstáculos y avanzar hacia un mundo mejor y posible.
Hoy está más vivo en el recuerdo de muchos, ya en edad madura, que disfrutaron cuando niños de una sonrisa o amorosa caricia de Fidel, suceso habitual durante sus recorridos por el país.
Otros evocan a una madre anciana que alguna vez llamó hijo al Comandante, y tuvo la oportunidad de decírselo en persona.
En cada bebé cubano, niño, joven, mujer, anciano, ciudadano negro, mestizo o blanco late el corazón de Fidel.
Porque luchó y dio el ejemplo, jamás se rindió y venció al imperialismo en sus narices, siempre fue líder en la guerra y en la paz, gran estadista y a la vez sencillo, auténtico y cercano, preocupado por los suyos, los más humildes.
De él aprendimos y por él enseñamos y compartimos lo que tenemos. La Revolución cubana lleva su impronta y el mundo entero reconoce a Cuba como ejemplo de valentía y autodeterminación.
No ofende en nada si alguien del pueblo le dice “el mío”. Fidel es de todos: de Cuba, del mundo y de la Historia.