Desde 1975 hasta 1991 más de 400 mil cubanos, entre combatientes y colaboradores civiles, prestaron ayuda internacionalista al pueblo angoleño.
La ACN conversa con uno de aquellos instructores militares: Edel Pérez Rodríguez, entonces teniente coronel de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), quien llegó a ese país de África Austral en febrero de 1983- con 39 años edad- a relevar al jefe del Estado Mayor del regimiento de Luanda.
Durante tres meses cumplí la misión de proteger, junto a las tropas angoleñas, la capital de país, hasta que me asignaron la jefatura del regimiento, ya no solo era Luanda, se sumaron seis provincias y, además, tenía la encomienda de preparar a los colaboradores civiles, narra.
Muchos de ellos llegaron al aeropuerto procedentes de Cuba directo a una unidad, momento en que se les cambió la misión civil por la militar con el fin de ocupar los puentes durante seis meses, relata.
Fue después de la batalla de Cangamba, cuando recibí la orden de llevar dos compañías con sus jefaturas para la región de Malange con el objetivo de defender los puentes de los ríos Lui y Kwango de acceso a las zonas donde se libraban las principales acciones combativas, recuerda.
Acomoda los espejuelos y luego se frota las manos el hoy coronel de la reserva de las FAR para aludir a ese aciago día en que después de permanecer 72 horas sin ingerir alimentos, llega la brigada de desembarco y asalto, motivo de alegría porque probarían bocado caliente.
En ese mismo momento el jefe de la misión me manda seis helicópteros y un papelito: "Edel, el Comandante mandó a ocupar los puentes del río Lui y Kwango urgente".
La comida casi está… le digo a la gente “vamos a comer pronto que los helicópteros están ahí.”
Pero en ese momento, el jefe de escuadrón que me trajo la nota me dice ese es el avión del General de División Leopoldo Cintra Frías, jefe de la misión.
En cuanto aterriza me presento y no me dejó terminar de dar el parte, porque se interesó en el número de hombre que tenía en los puentes.
Le expliqué lo ocurrido y me dijo: “Edel si vuelan los puentes te fusilo”, eso no se me va a olvidar nunca. Me lo merecía. No entendí en aquel momento la urgencia de ocupar los puentes. Los platos volaron por todas partes y en menos de cinco minutos estábamos a bordo de los helicópteros.
Tuvimos que dejar las mochilas, porque no cabían. Esa fue otra odisea, sin dudas uno de los momentos más difíciles para mi en Angola. Llegamos a nuestros objetivos y organizamos la defensa. Allí nos visitó un sova (jefe de tribu) y nos proveyó de yuca cruda, eso fue lo que comimos, narra.
No habían pasado ochos días cuando el enemigo ataca primero el puente de Lui, donde cae mortalmente el jefe..., yo lo vi..., un cohete RPG-7 le había arrancado los testículos y parte de la pierna, además, tenía dos balazos, uno en el pecho y otro en la espalda, se consterna.
Nos trasladamos de inmediato con minas y explosivos para reforzar la defensa, dejamos todas las municiones allí porque en ese momento nos comunican por la radio que estaban atacando el puente de Kwango. No pudimos analizar lo ocurrido.
Salimos en el helicóptero. Ese momento fue complejo, pensé en Cuba, mi familia, en la posibilidad de regresar sin vida…, eso me golpeo un poco durante la travesía, pero cuando estamos arribando voy a la cabina del piloto, un muchacho de 22 años, a quien no volví a ver, un joven heroico del cual tampoco supe el nombre.
Le pregunto cómo organizar el combate porque era mi primera vez. Me dice cuando toque el timbre una vez, tiramos con los cohetes y si lo hago dos veces empleamos las armas de infantería, la firmeza con que me habló, me estimuló a arengar a la tropa y levantamos la moral.
Ya encima de los enemigos, el piloto descendió tanto que se puso a la altura de las palmas, nos olvidamos de timbres y comenzamos a lanzar los cohetes…, aquello fue tremendo, gesticula como si estuviera dirigiendo las acciones combativas.
Nos perforan el tanque de combustible y el helicóptero recibió 18 impactos de bala. El piloto me tranquiliza. "No se preocupe teniente coronel, volaremos bajito y llegaremos".
En ese momento, veo al tirador que tenía en la proa encasquillado. Le quito la ametralladora pero el problema era que estaba en mal estado, se la devuelvo, pero cuando doy la espalda lo veo tendido y le pregunto: ¿tú está apendejado? El muchacho, de unos 18 años, me respondió: "No jefe, me dieron".
Una bala le entró por la parte inferior del muslo y salió con poca fuerza, por suerte no le dañó el fémur, yo conservo el proyectil.
Fuimos volando a unos 40 ó 50 metros de altura. Llegamos a Malange y ya estaba el general allí. Se pasó los tres días en la pista dirigiendo el combate.
Me pasé todo el día volando y sentía mareos. Salí en la tarde con dos helicópteros a rescatar a los heridos al puente de Kwango.
Cuando llegué salió a mi encuentro un jovencito, porque al teniente coronel al frente de la tropa lo habían herido. El muchacho asumió el mando, y me dijo dígale a los jefes que mientras haya un cubano vivo este puente no lo toma nadie. Y así fue.
Volví a Kwango con seis aviones, bombardeamos la zona donde estaban las tropas enemigas. Ya era de noche. Al siguiente día fue todo muy doloroso… recoger los cadáveres de nuestros compañeros, aquellos muchachos, a quienes veía como mis hijos, con los que compartí varias jornadas... se pasa la mano por el rostro.
Fue duro, ellos dieron lecciones extraordinarias de lo que es la juventud cubana, refiere Edel, hoy con 71 años de edad y quien es presidente de la Asociación de Combatientes de la Revolución Cubana, en el municipio especial de Isla de la Juventud, e integrante de la dirección nacional de esa organización.
Apura el diálogo, para comentar a esta reportera que su misión concluyó al frente del puesto de mando en la presidencia de la república, donde estuvo un año hasta que retornó a casa, marcado para toda la vida por esa epopeya, en la que los enemigos no pudieron arrebatarles ni un solo puente.