El rescate de Sanguily, hecho de armas digno de la gloria

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Lucilo Tejera Diaz | Foto del sitio bohemia.cu
1977
08 Octubre 2016

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   ¿Qué llevó al Mayor General Ignacio Agramonte a decir que “mis soldados no pelearon como hombres, lucharon como fieras” al referirse a la acción de armas del ocho de octubre de 1871 que rescató de los colonialistas españoles al brigadier mambí Julio Sanguily?
   Jefe de la aguerrida tropa insurrecta que combatía en el Camagüey por la independencia de Cuba, Agramonte no habla de sí, limitándose a reconocer la temeridad y disciplina militar de los 35 jinetes que a riesgo de sus vidas lo siguieron a enfrentar a una fuerza más de tres veces superior.
   Pero es preciso conocer el estado en que se encontraba la guerra, iniciada por Carlos Manuel de Céspedes el 10 de octubre de 1868 en el oriente de la Isla.
   En 1871 la contienda vivía en la región camagüeyana momentos muy difíciles por los golpes de las tropas peninsulares y las presentaciones a la autoridad española de huestes mambisas con algunos de sus oficiales.
   Agramonte, líder de los libertadores en Camagüey, en enero había reasumido el mando militar en esta demarcación, tras superar diferencias con el presidente Céspedes, y organizaba su fuerza para acciones bélicas que cambiaran la calamitosa situación.
   En eso estaba cuando el siete de octubre, en un sitio llamado
Consuegra, al sur de la entonces ciudad de Puerto Príncipe (hoy
Camagüey), hizo campamento con 70 jinetes para darle descanso a su pequeña tropa y a los animales.
  Sanguily le solicitó permiso para ir al día siguiente, acompañado de dos ayudantes, a un rancho cercano donde vivía una patriota para que le lavara la única muda de ropa en su poder, y dejarle a la vez algunos heridos para que fueran atendidos por la mujer.
  La exploración mambisa no había detectado que  por la zona se movía una columna enemiga, la cual asaltó la casa de la cubana y tomó prisioneros a los mambises que allí se encontraban.
  Baldado, Sanguily trató de escapar a cuestas de su ayudante Luciano Caballero pero fue imposible. Sin embargo, Caballero logró escapar y a todo correr fue a dar la aciaga noticia a Agramonte.
  Pero, ¿quién era este oficial por el que el jefe mambí camagüeyano sentía especial afecto por su valentía, disciplina y lealtad a la lucha independentista?
  Julio Sanguily Garrite nació en La Habana el nueve de noviembre de 1845 y el 12 de octubre de 1868, dos días después de haber comenzado la Revolución en Cuba, viajó a Nassau, en las Islas Bahamas, para incorporarse a la expedición de la goleta Galvanic, la cual desembarcó fuerzas y medios en La Guanaja, en el norte de Camagüey.
  A partir de entonces intervino en numerosos combates y fue ascendiendo constantemente en la jerarquía militar mambisa hasta mayor general. El cuatro de junio de 1870 le infligieron una grave herida en su pierna izquierda, que quedó destrozada e inutilizada y desde entonces era preciso montarlo, amarrarlo y desmontarlo de su caballo para que pudiera combatir.

UNA CARGA MAMBISA PARA LA HISTORIA

  Cerca del mediodía del ocho de octubre, Agramonte conoció lo sucedido. Sabía que apenas tenía tiempo y también que Sanguily sería pasado por las armas.
  Había que actuar con extrema rapidez y en aquel momento contaba con 35 jinetes disponibles para emprender el rescate.
   Ordenó al oficial independentista norteamericano  Henry Reeve, que marchara a la vanguardia a toda prisa en busca de la columna española y apenas  la detectara le avisara.
   Así fue. Agramonte y sus hombres la atacaron al machete con furia, pero al comprender que el éxito de la acción no podía dejarlo solo al arma blanca, dispuso que una línea de rifleros desmontara y disparara contra el enemigo.
  Fue un triunfo total: 11 bajas peninsulares quedaron en el campo de batalla, y Agramonte y sus hombres regresaron al campamento con el brigadier Sanguily a celebrar el rescate.
  Esta victoria se corrió como pólvora e influyó notablemente en el ánimo de las huestes insurrectas, y demostró que Camagüey estaba nuevamente en pleno pie de guerra y con un jefe insuperable: Ignacio Agramonte.