Danza Contemporánea de Cuba: un laboratorio de magia

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Lourdes Elena García Bereau
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24 Septiembre 2014

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Miguel Iglesias, director de Danza Contemporánea de Cuba (DCC), define a la compañía como “una composición física en la cual cada bailarín  aporta con su personalidad y energía”.
   Así es desde el 25 de septiembre de 1959, año en el que Cuba vivió el triunfo de la Revolución y comenzó a potenciar el crecimiento de cada una de las manifestaciones culturales, considerándolas espacios plurales de transmisión y recreación de los elementos puramente autóctonos.
  Desde de su fundación y al amparo de disímiles  maestros, el elenco evolucionó y transitó hacia nuevos recursos expresivos, lenguajes y significados, siendo hoy  un conjunto de individualidades que se mueve al unísono pero con muchos ritmos y latidos.
  Con motivo de su aniversario 55, la AIN conversó con Iglesias, quién desde hace más de dos décadas lidera esta especie de laboratorio mágico, que experimenta con las nuevas tendencias e indaga en los procesos de apropiación de cada uno de sus integrantes.
 ¿Cómo se reinventa Danza Contemporánea de Cuba? y ¿Qué hace para potenciar la variedad discursiva que nace en su seno?, fueron algunas de las interrogantes lanzadas al director general de este prestigioso colectivo.
 “Yo creo que la compañía desde que empezó lo hizo rompiendo esquemas, tomando riesgos y cambiando su personalidad constantemente.
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“Todo lo que pueda servir encima de un escenario lo uso y cuando veo algo nuevo me apropio de eso, creo que es válido experimentar y fusionar.
  “Siempre hacemos algo diferente, le damos un toque cubano y personal a esa mezcla y consideramos que cualquier tendencia es fructífera  mientras exista una intención distinta de comunicar.
  “Utilizamos la oposición de fuerzas que tiene la danza moderna, pero la interpretamos desde la lucha de contrastes, o sea, con un sentido dramático en el cual el movimiento se niega  para después afirmarse, esconderse, liberarse. Mi inspiración es el felino, que siempre está alerta para tomar algo de cada parte.
 “Yo uso sus diferencias, busco la idea de que la armonía es la combinación de sonidos en una misma dirección”, agrega Miguel Iglesias mientras explica que busca en un bailarín ideal.
    “Para bailar con la mejor calidad o por lo menos acercarse a ella, me gusta que mis intérpretes tengan la mayor cantidad de conocimientos, eso hace que en las tablas se opongan diversas formas de expresar y de decir.
 “Esas mezclas me interesan y justamente por ello me arriesgo, para mantener nuestra identidad.
  “Hay una magia en nosotros que no es casualidad y está  reinventándose constantemente a partir de la improvisación de los jóvenes que integran la compañía.”

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Sobre la construcción de significados y significantes a través de complejos lenguajes contemporáneos, Iglesias refiere que la danza requiere de profundos análisis y de una lectura entre líneas.
 “Los procesos de apropiación son plurales para cada época y las improvisaciones de mis muchachos no son iguales a las del año 1959, son diferentes pero permanecen siendo contenidos cubanos generados desde otra realidad.
  A la hora de formar y educar, DCC resulta un complejo laboratorio de experimentación:. ¿Cómo instruyes a los bailarines para que cada cual desate su personalidad creativa?
  “Las academias no son todo lo que uno quisiera, y cuando los alumnos egresan pasan dos y tres años sentados en el banco mirando y nutriéndose de los más experimentados.
  “El alumno que entra al elenco debe leer, informarse, prepararse para poder construir discursos coherentes y asumir todas las tendencias interpretativas. .
 “No podemos mantenernos estáticos y para ello tratamos de enseñarlos a aprender.”
  “Todos los días luchamos contra dificultades y retos, porque generalmente los bailarines cubanos son bien apreciados en los escenarios internacionales.
 “La constancia y la exigencia personal son las claves para brindar lo óptimo al público de cualquier parte del mundo y también el riesgo nos fortalece".