Cuando Pedro Figueredo (Perucho) escribió sobre la montura de su caballo los ardientes versos de La Bayamesa, seguramente no imaginó que sus palabras acompañarían y definirían, en gran medida, la identidad rebelde y cultural de Cuba.
Aquel 20 de octubre de 1868, cuando Bayamo en medio de llamas y algarabía vibró por primera vez con las notas del devenido Himno Nacional, Perucho Figueredo tampoco sabía que la Isla quedaría marcada para siempre como un puñado de tierra rodeado de agua con espíritu redentor.
A 148 años de la fecha, la Mayor de las Antillas celebra hoy ese primer llamado que, si bien no determinó completamente la conceptualización de nuestra cultura insular, con certeza marcó un antes y un después en la construcción de una identidad cultural que hasta hoy nos describe.
El proceso de transculturación nos situó de frente a una diversidad de señas foráneas, que con el paso de los años permaneció y permanece en las más complejas representaciones de tradición, costumbre y proyección. Lo cubano se concreta desde la historia, teniendo presente los puntos de contacto multiculturales.
“Las definiciones conceptuales son imprescindibles en los días que corren. Las bases de la nación residen en ese mosaico diverso del que todos formamos parte, un pueblo de intelectuales, obreros, campesinos, activistas políticos, portadores de tradición y memoria diversas marcadas por la localidad, por la raza, por la edad, por el género, que compartimos angustias, dificultades y celebraciones festivas”, asegura la doctora Graziella Pogolotti.
La cultura de Cuba encuentra su descanso en la idea de una nación unida, una nación que comprende a plenitud elementos diferentes, importados, extranjeros; pero que, a la vez, pondera por encima de todo el legado nacional y sus nuevas expresiones.
“Complejo tejido de vida, memoria, costumbres, formas de convivencia, celebraciones, imágenes artísticas, la cultura nutre el imaginario popular y cristaliza en los símbolos sagrados de la patria. Los cubanos nunca hemos sido xenófobos: minados por la feliz circunstancia del agua por todas partes, la Isla ha sido un puerto”, profundiza la Pogolotti, en un artículo publicado en el diario Juventud Rebelde.
Como componente de la nacionalidad, la cultura existió mucho antes del sentimiento de Estado Nacional, aunque hoy estos conceptos formen parte de una unidad sociológica mayor.
El criollo, mestizo resultante del ajiaco entre negros, hispanos y locales, resultó la primera expresión palpable de un proceso que nos llevó a compartir en la sangre realidades de otros continentes y reinterpretarlas de manera individual.
Cuba tuvo que batallar durante largos años y contra muchos “demonios” para lograr emerger como nación. Lo hizo después de un largo proceso de lucha, que es el adhesivo que mantiene fuertemente unidos a la inmensa mayoría de los cubanos hasta hoy, subraya el doctor Esteban Morales Domínguez, miembro de la Academia de Ciencias de la Isla.
En este sentido, Armando Hart Dávalos refirió: “Para entender la singularidad de Cuba, es necesario tener en cuenta que Cuba sin la Revolución no es Cuba. Como se ha dicho, la Revolución nacida el 10 de octubre de 1868, fue la que creó la nación cubana.
“En otras partes ha habido naciones que hicieron revoluciones, repito aquí fue la revolución la que hizo una nación. De esta forma —como ha dicho Cintio Vitier— este país tuvo la originalidad de ser una nación pensada, concebida y proyectada.
Presenta una identidad inconfundible que se proyecta hacia el presente y hacia el futuro con un legado ético y jurídico de enorme significación”, abundó en las páginas de la revista Bohemia.
Como escudo y espada de la nación, la cultura nacional le sale a cada cubano por los poros. Vivan donde vivan, los naturales de esta Isla sintetizan cientos de años de tradiciones, costumbres y modos de crear.
Sirvan estas palabras entonces para, desde la actualidad, reverenciar a Perucho Figueredo, quien hace 148 años protagonizó uno de los más importantes momentos en la historia de una nación y su identidad cultural.