El deporte cubano vivió en 2025 uno de esos años que no se miden solo en medallas, sino en resistencia. Fue una temporada marcada por carencias, recursos mínimos y una realidad económica adversa que acompañó —como una sombra persistente— a cada delegación.
Aun así, hubo gestas y nombres que se negaron al silencio. Victorias que parecieron milagros y derrotas que, sin podio, dejaron huella. Competir desde Cuba en estos tiempos es, ante todo, un acto de fe.
Si 2025 necesitó un rostro, un símbolo, una bandera levantada contra el viento, ese nombre fue Leyanis Pérez. En un mundo atlético dominado por potencias con estructuras sólidas, la cubana convirtió la pista en un territorio propio.
Ganó el oro mundial bajo techo, luego el oro mundial al aire libre, y coronó su temporada con el diamante mayor: la Wanda Diamond League, conquistada con regularidad, temple y saltos que desafiaban no solo la gravedad, sino también las circunstancias.
Leyanis no saltó sola. Saltó por una generación, por deportistas que muchas veces se entrenan con lo mínimo, pero que aún sueña en grande.
Con ella el atletismo sostuvo el pulso del año, aunque hubo más con Silinda Morales, quien se colgó el bronce mundial en disco con marca personal; Lázaro Martínez volvió al podio global en triple masculino; Mario Díaz y Roxana Gómez rozaron la excelencia con puestos de finalistas y registros personales.
En medio de tantas tormentas, el Béisbol5 juvenil ofreció una certeza: Cuba sigue siendo referencia.
El equipo nacional revalidó el título mundial con una actuación impecable, invicta y sólida. Fue uno de los grandes momentos colectivos del año, una conquista que recordó que la inventiva cubana también sabe adaptarse y dominar nuevos escenarios.
Las selecciones sub-12 y sub-18 de béisbol tradicional, con séptimos lugares y premios individuales, también emitieron señales alentadoras en contextos competitivos exigentes.
Lejos de casa, el lanzador Liván Moinelo escribió una de las páginas más brillantes del béisbol cubano. Con los Halcones de SoftBank fue campeón de la Liga Japonesa de Béisbol Profesional, elegido Jugador Más Valioso de la Liga del Pacífico y miembro del equipo ideal.
En aguas europeas, donde la logística suele marcar diferencias, Yarisleidys Cirilo fue campeona mundial sub-23 y subcampeona mundial absoluta en la canoa monoplaza (C-1) a 200 metros, y confirmó la vigencia del canotaje nacional como disciplina de élite.
Durante los Juegos Panamericanos Juniors en Asunción, ese deporte resultó columna vertebral del medallero cubano, con nueve preseas y actuaciones que apuntan al futuro.
Yinnoliys Franchesca López, multimedallista de la delegación, recibió la distinción de nominada a los premios anuales de Panam Sports.
La pequeña nación del Caribe se ubicó séptima en el medallero con 47 preseas y un mensaje claro: el relevo existe.
El deporte juvenil también sostuvo el prestigio nacional con atletismo y lucha al frente.
Marifélix Sarría protagonizó la firma de una página de peso propio. En un escenario donde la halterofilia del patio compite con recursos mínimos y preparación fragmentada, la pesista volvió a responder con carácter.
Su subcampeonato mundial en la división de +86 kilogramos, con tres medallas de plata —arranque, envión y total— reafirmó la fortaleza del músculo, la técnica y el orgullo de Cuba.
El voleibol de playa registró una buena temporada de esfuerzos heroicos en medio de la exigencia del calendario internacional. La dupla de Jorge Luis Alayo y Noslen Díaz logró un meritorio noveno lugar mundial.
Los podios en el BTP Élite 16 de Quintana Roo (oro) y en Río de Janeiro (plata) demostraron que, cuando la preparación y el talento se alinean, hay posibilidades de competir cara a cara con los mejores binomios del planeta, y exhibir resistencia y creatividad frente a adversidades que otros países desconocen.
La lucha volvió a reflejar que, incluso con menos torneos y recursos limitados, sigue siendo una escuela de carácter. Yainelys Sanz, Geannis Garzón y Milaymis Marín subieron a podios mundiales en categorías sub-23 y senior. No conquistaron títulos, pero sí declaraciones de permanencia.
El boxeo aportó medallas en torneos del orbe con Alejandro Claro, Erislandy Álvarez, Julio César La Cruz y Arlen López, plata en el Campeonato Mundial de la IBA. Cuba obtuvo únicamente esa presea en ese evento, un dato que refleja más respeto histórico que hegemonía actual.
Por otro lado, el voleibol masculino figuró otra vez en el mapa: séptimos en la Liga de Naciones, cuartos de final y permanencia asegurada, aunque el Mundial mostró límites claros con un puesto 20.
El voleibol femenino cerró el año en el lugar 23 del Mundial.
En disciplinas menos mediáticas, Alejandro Rodríguez brilló con plata en la Copa del Mundo de triatlón, uno de los mejores resultados recientes de Cuba en esa disciplina.
No todo fue positivo: el balonmano masculino terminó último en su Mundial y el femenino en el puesto 30; gimnasia, deportes acuáticos, taekwondo y tiro deportivo tuvieron presencia mínima.
Aun así, competir y resistir también cuenta.
El 2025 del deporte cubano derivó a un año de abundancia ni hegemonías, sino de coraje: un calendario recorrido con maletas ligeras y corazones pesados, pero con la convicción intacta de seguir presente.
Entre saltos que tocaron el cielo, remadas que cortaron el agua, guantes que defendieron una historia y lanzamientos que dominaron estadios lejanos, Cuba volvió a competir. No siempre ganó, pero nunca dejó de intentarlo, y en estos tiempos, eso ya es victoria.
