Crisis de octubre, la lección que no podemos olvidar

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Rosa María González López
2316
08 Octubre 2014

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En octubre de 1962 la existencia de la humanidad estuvo seriamente amenazada y a punto de su desaparición.
   La llamada Crisis de los Misiles, que en Cuba fue denominada como Crisis de octubre, puso en peligro y al borde del colapso la paz mundial.
   Corrían los tiempos de la Guerra Fría y de los desafíos que imponían el potencial empleo de destructivas armas nucleares.
    La derrota de Playa Girón en abril de 1961 que las tropas mercenarias armadas y entrenadas por la Agencia Central de Inteligencia (CIA) habían sufrido en territorio cubano avivó los sentimientos de revancha y motivaron una fuerte campaña de hostigamiento hacia la isla y su Revolución.
   El Gobierno estadounidense decidió aumentar sus agresiones.
   John F. Kennedy, entonces presidente de Estados Unidos, dio paso a la operación Mangosta, un plan ofensivo y de desestabilización contra Cuba que consistió en ejecutar una serie de acciones, directas o encubiertas, y desplegar maniobras hostiles dentro y fuera del archipiélago.
 A partir de esos momentos fueron muchos los actos terroristas que se produjeron contra el país.
   

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La amenazadora acometida- caracterizada entre muchas otras acciones por las violaciones del espacio aéreo que efectuaban aviones piratas de tecnologías sofisticadas, las campañas de difamación a escala internacional y los planes de asesinato a los líderes-, movilizaron las fuerzas revolucionarias del pueblo y la solidaridad de la entonces Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS).
    En mayo del  62, cuando la cruzada desatada contra la Antilla Mayor generaba grandes tensiones, llegó a la índuls una comitiva soviética con el ofrecimiento de ubicar en el territorio cohetes de alcance intermedio con la capacidad de portar cargas nucleares, un armamento que garantizaría la defensa de la nación, con la neutralización de la posible intervención militar norteamericana.
    El gobierno revolucionario aceptó la colaboración que la URSS le estaba brindando y en un acto de valentía hizo patente la decisión soberana de defender su suelo y el derecho de construir el socialismo.       Durante el transcurso de los primeros días de agosto la presencia de asesores y unidades militares soviéticas inquietó a los círculos de poder estadounidenses.
    Los vuelos de aviones U-2 confirmaron en octubre emplazamientos coheteriles en la isla. El 22 del mismo mes el Comité Ejecutivo del Consejo de Seguridad Nacional de EE.UU. decidió aplicar con todo el rigor el bloqueo y reforzar con armamentos y tropas la base existente en Guantánamo, además de proceder a evacuar al personal civil de aquella base.
   El presidente Kennedy exigió la retirada de los cohetes, pero la respuesta que esperaba no fue la que obtuvo.
 El Comandante en Jefe Fidel Castro mantuvo firme la decisión de defender la patria y puso en pie de guerra a todas las unidades y tropas dispuestas a enfrentar al enemigo en zafarrancho de combate.
     Corría la jornada del 27 de octubre cuando uno de los aviones U-2 de la escuadra de naves espías que violaba el espacio aéreo cubano fue detectado por las fuerzas de defensa antiaéreas y abatido por el fuego de los artilleros en una zona del norte de Holguín, en la región oriental.
  Su derribo acentuó aún más la crisis llevándola a uno de sus momentos más álgidos.
   Un día después, el Kremlin le comunicó a Washington que había dado órdenes de proceder con la retirada del armamento nuclear que se encontraba emplazado en el territorio de la isla caribeña.   La Casa Blanca estuvo de acuerdo con la intención de distensión que le proponían, pero con la condición de inspeccionar las maniobras de desmantelamiento.
    Cuba estuvo al margen de los acuerdos y arreglos de las diplomacias de ambas superpotencias. Defendió con intransigencia revolucionaria la postura soberana de no permitir inspeccionar su territorio, exigió acabar con el bloqueo y todas las acciones agresivas, además de reclamar la devolución de la base naval de Guantánamo ocupada ilegalmente por los Estados Unidos.
    La crisis de los misiles,que pudo llevar al orbe a una guerra de consecuencias catastróficas, tuvo repercusión en tratados a favor de la no proliferación, ensayo y uso de armas nucleares. La experiencia de aquellos días fue un llamado a la cordura. Sin embargo el peligro existe y el presagio de un viaje sin regreso para la humanidad pudiera resultar una amarga realidad.