De pequeño Ramón Fuentes Fuentes se deleitaba con las mañanas en que la neblina casi tapaba las lomas y el amanecer, allá en su natal Jibacoa, traía tonalidades difusas; entonces se dedicaba a atrapar las imágenes en papel con la ayuda de lápices de colores.
En el campo, sus padres se dedicaban al cultivo del café, principal renglón económico de la zona, y nadie podía entender la inclinación artística de aquel niño guajiro que se afanaba en pintar y pintar.
Ese fue siempre mi sueño, explica a la ACN. Nunca desistí de él y en 1997, ya con 32 años, entré a la Academia de Artes Plásticas Samuel Feijóo, en Santa Clara, donde me graduaría posteriormente.
De egresado, Ramón conocería las experiencias de proyectos como ECOARTE, que desarrollado en una zona costera promovía el cuidado del entorno a través de distintas manifestaciones. Y él pensó que en las elevaciones se podía hacer lo mismo.
En el 2000 comencé con El evento de Ramón, con epicentro en la región del Escambray, lo pensé como un tributo al lugar donde nací y con el empeño de incidir directamente en las comunidades.
Hasta hoy, y desde la base de campismo Río Seibabo, el evento ha seguido esta directriz a cabalidad.
Los artistas se reúnen una vez al año y plasman en sus cuadros y en vivo, el entorno natural que los rodea, interactúan con los pobladores y ofrecen talleres a niños, estudiantes y aficionados, siempre movidos por el rescate del paisaje como género pictórico.
El lomerío entonces se convierte en un enorme taller con Ramón al frente y la cotidiana calma que embarga a estos rincones se ve sacudida por una que otra mano, un caballete y los pinceles que a menudo irrumpen en cualquier claro del monte.
Los virtuosos llegan de la región central del país, pero también de varias naciones de América, con el auspicio del Centro Cultural Casa Maíz, de Canadá. Así participan chilenos, mexicanos, colombianos, peruanos…
Para Jerry Silverberg, canadiense dedicado al arte del grabado, es este el mejor proyecto en que se ha involucrado en su existencia y Ramón emerge cual una inspiración para muchos colegas.
La comunidad tiene al evento como un emblema, dice Ramón; y la nobleza propia de los hijos de estas lomas no le deja enorgullecerse de su obra.
Pero al menos, habrá que darle gracias a la naturaleza que puso tanto color en sus ojos y a su perseverancia para llevarlos al papel y mostrarlos a los otros.
Y hacer que esos otros también descubrieran sus colores.