En el invierno de 1958, el Ejército Rebelde llevaba adelante su ofensiva estratégica y el 20 de noviembre fuerzas revolucionarias dirigidas personalmente por el Comandante en Jefe Fidel Castro se aprestaban a tomar la ciudad de Guisa, que haría menos lejano el cerco a Santiago de Cuba e inminente la derrota de las fuerzas de la dictadura en toda la región oriental.
Fue un enfrentamiento de posiciones en el cual alrededor de 180 guerrilleros, incluyendo una escuadra femenina del Pelotón Las Marianas, a fuerza de coraje lucharon y derrotaron a cinco mil soldados apoyados por la aviación, tanques y artillería.
En el combate cayó gloriosamente el capitán rebelde Braulio Coroneaux defendiendo su trinchera en una elevación conocida como Loma del Martillo, que domina la entrada y salida principal a Guisa, por donde no pudieron pasar los tanques enemigos, como le prometió poco antes el oficial rebelde a Fidel.
Los revolucionarios establecieron el día 20, emboscadas en todos los accesos a la urbe y rechazaron una patrulla de exploración de las tropas cercadas que transitaba hacia Bayamo, la cual fue abatida bajo el certero fuego de la ametralladora de Coroneaux, quien le ocasionó varias bajas al enemigo y lo obligó a retirarse. Había comenzado La Batalla de Guisa.
Fidel tenía una gran confianza en Braulio Coroneaux por la valentía, seguridad en sí mismo y su gran habilidad y precisión para manejar las ametralladoras, a tal extremo de que en medio del nutrido fuego de un combate podía reconocer, entre todas, el arma del combatiente por sus disparos característicos y decía con alegría: “Ese es Coroneaux”.
Sin embargo, de lo único de que se arrepentía aquel combatiente de 28 años, de origen humilde, era haberse alistado en el ejército de la tiranía, en el cual llegó al grado de sargento y combatió contra los atacantes al Cuartel Moncada el 26 de Julio de 1953, cuando era uno de los responsables de la defensa de la fortaleza. Así se lo hizo conocer posteriormente a sus compañeros de armas del Ejército Rebelde.
Pero Coroneaux poco hablaba de que en la madrugada de ese día de la Santa Ana, a riesgo de su vida, se negó a participar en los asesinatos de los revolucionarios, por lo que el jefe de la fortaleza lo acusó de un falso hecho delictivo y fue expulsado del ejército y condenado a prisión en la cárcel de Boniato, de donde se fugó junto a otros combatientes el 30 de noviembre de 1956 durante el alzamiento de Santiago de Cuba y se unió al Ejército Rebelde.
El último combate lo libró el 27 de noviembre rechazando uno de los últimos intentos del ejército por romper el cerco cuando un disparo de un tanque Sherman impactó en su trinchera y lo mató instantáneamente junto a otros dos compañeros.
Años después, el combatiente Luis Más Martín recordaría: “Un mensajero trajo la noticia hasta Fidel... ‘Un Sherman mató a Coroneaux’, me dijo cuando me acerqué a su lado. En su rostro se reflejaba el dolor de haber perdido a un ser muy querido”.
Fidel lo asciendió póstumamente al grado de Comandante y hoy, la loma que defendiera al precio de la vida ostenta su nombre.
El 30 de noviembre, los rebeldes rechazaron el último intento de las fuerzas bastitanas de reforzar la guarnición de Guisa, cuyos soldados huyeron desmoralizados, dejando tras de sí gran cantidad de armas y parque ante el avance de los rebeldes que hicieron al enemigo 200 bajas, entre muertos y heridos.
El desenlace de la Batalla de Guisa acercó el triunfo del Primero de Enero de 1959 y fue una victoria esencial en la estrategia del Ejército Rebelde que demostró la imposibilidad de la dictadura de enfrentarse ya con éxito a los revolucionarios, no solamente en los escenarios de la montaña en los combates guerrilleros, sino también en el llano a pesar de contar con superioridad militar en armamentos.