Alfredo López, con los trabajadores hasta el final de su vida

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ACN - Cuba
María de las Nieves Galá León | Foto: Archivo
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22 Agosto 2025

   El 24 de agosto de 1933, en las caballerizas del Castillo de Atarés, en La Habana, encontraron los restos del líder sindical Alfredo López, asesinado el 20 de julio de 1926 por los esbirros de Gerardo Machado.

   Ese día, mientras caminaba por la calle Gloria, en dirección hacia Zulueta, en busca del Centro Obrero, un agente del servicio de la dictadura, lo interceptó y, a traición, le dio un golpe en la cabeza. Inconsciente, fue trasladado para el temido Castillo, donde fue arrojado a una fosa recién abierta. Aún respiraba, pero no hubo piedad. Allí lo remataron con piedras.

   Alfredo se había convertido en un obstáculo para el tirano. Líder sindical de prestigio, comenzó desde muy joven a trabajar y ya, con 19 años, era uno de los fundadores y dirigentes de la Asociación de Tipógrafos, sector en el que ganaría prestigio y autoridad.

   “No era un intelectual ni un erudito, sino un linotipista cuyo buen salario le habría permitido vivir con su familia holgadamente desde las filas de la llamada aristocracia obrera y, sin embargo, se había entregado por entero a la causa de la organización y la lucha del proletariado.

   Convertido en una personalidad que, envuelta en su traje oscuro y su corbata blanca, andaba con los bolsillos, como verdaderos archivos ambulantes, siempre repletos de folletos y revistas. Como un eterno buscador de información de cualquier tipo, se había convertido en un hombre de elevada cultura general y, sobre todo, de elevado sentido conceptual y práctico acerca de lo que significaba la explotación capitalista…”

   Así lo caracterizó su amigo y compañero de lucha, el líder estudiantil Julio Antonio Mella. Entre los dos, surgió una peculiar amistad, Mella lo llamó: "Guerrero, Maestro, Hermano y Compañero".

   En agosto de 1926, preocupado por la desaparición de Alfredo y temiendo lo peor, el líder estudiantil escribió: “Guerrero, nadie conoce tu paradero, ¿acaso nos es dado a los revolucionarios escoger la forma de nuestra muerte? Caemos como soldados, donde la bala enemiga nos encuentre…”

   Para Alfredo era vital la superación de los trabajadores, por eso su apoyo incondicional a Julio Antonio en la creación de la Universidad Popular José Martí, en noviembre de 1923. Para ese fin fueron puestos a disposición los locales del Centro Obrero y las sedes de algunos sindicatos.

   Ya en 1922, Alfredo creó la Escuela Racionalista, a la que asistían, en horario diurno, los hijos de los obreros, y en la noche, los adultos.

   De ideales consolidados, fundó y dirigió la Federación Obrera de La Habana (FOH) y la Central Nacional Obrera de Cuba (CNOC) y luchó por la unidad de los trabajadores.

   Más de una vez fue convocado a que abandonara su lucha por los derechos de los trabajadores. El segundo jefe de la policía secreta Desiderio Ferreira se lo había exigido de forma amenazante: “Si no abandonas los sindicatos, tu cabeza te huele a pólvora”.

   Sus compañeros le pidieron que, ante esa amenaza, se fuera al extranjero, pero él, valientemente, respondió: “Yo no puedo abandonar a los trabajadores”.

   Cumplió su palabra. Sólo la muerte lo separó de la lucha. Y, aun así, no pudieron matarlo, su ejemplo siguió presente entre los obreros, sus ideales perduraron por siempre hasta la conquista de la verdadera independencia de la Patria.