A la espera de un director para el equipo Cuba de béisbol

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ACN - Cuba
Boris Luis Cabrera | Foto: del autor
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12 Junio 2025

La Habana, 12 jun (ACN) Mientras todos en el planeta afilan hoy sus lanzas rumbo al Clásico Mundial de Béisbol, a realizarse en marzo de 2026, Cuba aún no anuncia al elegido que llevará las riendas del equipo.

   La espera se ha vuelto un hábito. El resto de las selecciones ya mostró sus cartas, pero en la isla, en cambio, la silla del timonel sigue vacía, en medio de rumores, conjeturas y susurros de pasillo. Los nombres están sobre la mesa, abiertos como un libro que todos hojean, pero nadie se atreve a leer en voz alta.

   Los días pasan y la incertidumbre hace nido. Aficionados y periodistas se han dado a la tarea de construir teorías, moldeando posibilidades con las manos de la esperanza o del escepticismo.

   Algunos perfiles entusiasman, otros provocan cejas levantadas. No hay unanimidad ni ilusiones puras. Cada aspirante carga virtudes y defectos; ninguno escapa al bisturí del juicio popular.

   Un director ideal, con todas las cualidades necesarias, no existe. La alquimia de juntar sabiduría, liderazgo, humildad, experiencia internacional y conexión con el grupo sigue sin fórmula. Ni siquiera un Frankenstein de los banquillos —armado con trozos de cada uno—, podría aplacar la sed de consenso.

   Por ahora, solo queda esperar el anuncio prometido, que llegará pronto en conferencia de prensa, entre sonrisas y frases de manual.

   En realidad, el debate no debería girar tanto en torno al nombre. El futuro de Cuba en el Clásico Mundial dependerá, sobre todo, de una convocatoria inteligente, amplia y sin prejuicios. 
   Jugadores dispersos por el planeta —desde Asia hasta la Gran Carpa—, deben encontrar espacio en ese róster. Lo importante será formar un grupo unido, mentalizado para competir, dispuesto a entregar el alma por la bandera.

   Hay voces que pintan un béisbol moribundo, apuntan hacia las deficiencias del torneo local, los tropiezos internacionales, la pérdida de estatus. Pero la realidad ofrece otro ángulo: decenas de cubanos brillan en ligas de primer nivel, muchos con números de élite. El talento no ha desaparecido, solo ha cambiado de escenario.

   El nuevo estratega no traerá milagros ni soluciones mágicas; no puede, aunque quiera, transformar una estructura en meses. Sin embargo, su influencia será decisiva. Marcará el tono del equipo, definirá prioridades, gestionará egos y encenderá motores. Será, al menos, el rostro visible de una cruzada que aún no empieza.

   Mientras tanto, la nación observa. Solo falta saber quién será el que tenga el coraje —y la suerte—, de sentarse en la silla más caliente del béisbol cubano. La que quema sin fuego, la que pesa sin plomo, la que todo el mundo quiere… y a la vez, nadie en su sano juicio envidiaría.