Villa Clara: Tradicionales conservas rurales llegan a la ciudad

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Marta Hernández
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21 Enero 2016

Puré a granel. Foto: ACN

La tradición de procesar en las casas los alimentos para hacerlos más duraderos, cobra fuerza en la realidad agrícola de Villa Clara con la creación de pequeñas industrias artesanales en diferentes cooperativas, donde los excedentes de las cosechas se convierten en pastas, mermeladas y otros productos alimenticios.

En el territorio destacan unas cuatro fábricas, ubicadas en los municipios de Remedios, Camajuaní y Santa Clara. De manera general en esos sitios se elaboran vinos, vinagres, encurtidos de vegetales y puré.

Así se alarga la vida útil de guayabas, fruta bombas, pepinos, ajíes, coles, ajos, cebollas, en fin, muchas de las cosechas que exceden la demanda del mercado o aquellas que por su calidad no clasifican para la venta.

Relatan los estudiosos que fue en la antigua Roma donde comenzaron las labores de preservar los alimentos para poder consumirlos en tiempo de escasez o sequía.

El crecimiento de las urbes y la extensión de los cultivos en sitios distantes fueron de los principales motivos para que los romanos idearan modos y maneras de alargar la calidad de los alimentos y las condiciones óptimas del consumo.

De esa manera comienza la historia de la humanidad para garantizar la alimentación a pesar de las gélidas temporadas invernales, tormentas tropicales, y otros fenómenos atmosféricos.

Fue en el siglo XIX cuando por vez primera se realizan encurtidos de manera industrial y paralelamente se fomenta la industria conservera, ya en envases metálicos como se conocen actualmente.

Betzi Arrojo, funcionaria de la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños (ANAP), en Villa Clara,  refiere a la ACN que el fomento de fábricas para aprovechar al máximo las cosechas es parte del programa de diversificación que se instaura en las cooperativas.

De tal forma, relata Arrojo, los afiliados mantienen una fuente de ingresos para la cuenta colectiva de la entidad, y se proporcionan puestos de trabajo, sobre todo a las mujeres.

Erieck Infante Ortiz dirige hace unos cinco años la minindustria de la cooperativa de crédito y servicios (CCS) Ramón Pando Ferrer, en Santa Clara. Todo lo que saben lo han aprendido en el camino, como dicen los “guajiros”, porque comenzaron el trabajo con los conocimientos mínimos.

Plantea que una vez que se fundó la industria visitaron otros lugares de Cuba con experiencia y empezaron a conocer todo el proceso, además de los cursos de capacitación que recibieron  de la ANAP.

Refiere el campesino que las producciones responden a los ciclos de las cosechas, porque el objetivo principal es aprovechar todo lo que sale del campo.

A modo de ejemplo, dijo, en los meses de primavera, producen a gran escala mermelada de mango, porque es la estación propicia de esa fruta, similar comportamiento tienen con el tomate para puré, pastas y encurtidos.

El mayor orgullo de la veintena de trabajadores de esa fábrica lo constituye el hecho de contar con un mercado seguro, tanto en el sector educacional y de salud, como en la red de comercio minorista.

Alexei Aveleira Ortiz se desempeña como especialista en producir vinagre, labor que también aprendió sobre la marcha, y que hoy día deviene uno de los productos insignia.

Relata Aveleira que esa entidad se distingue porque mantiene las líneas de trabajo con métodos e implementos muy artesanales, incluso las maquinas que tienen son de fabricación “criolla”, o sea construidas por ellos mismos u otras personas más conocedoras de  esos menesteres.

Olga Paz, ama de casa de Santa Clara, se reconoce consumidora de las producciones de la minindustria de la CCS Ramón Pando Ferrer.

La septuagenaria comenta que en el 2015, cuando escaseo el ajo, ella mantuvo satisfechas las necesidades de su hogar con los potes que comercializa la cooperativa y que adquiere, a buen precio, solo 10 pesos,  en las ferias dominicales del Sandino.

Para Elienai Martínez, joven ama de casa, la adquisición de los potes de condimento integral, pasta de ajo, puré y dulces, resultan una ventaja porque aligera el tiempo de trabajo en el hogar cuando regresa de sus labores profesionales. Además, reconoce que los precios no son altos.

Milaida Ramírez, administradora de la bodega, La Vigía, en la propia capital villaclareña, significa a la ACN que la demanda es alta, los clientes tienen sus preferencias de acuerdo con sus intereses y necesidades, pero de manera general todo lo que ofertan se vende y con agilidad.

Esta pequeña fábrica muestra la efectividad de la diversificación agrícola en Cuba, los logros que se alcanzan cuando perdura el empeño y la dedicación, y como la ciencia y tradición se pueden conjugar en cualquier sitio a favor de la alimentación y la calidad de vida.