Pequeñas verdades de Curazao, un colectivo de grandes corazones

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Odalis Acosta Góngora | Foto internet
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04 Enero 2017

Con su casi medio siglo de existencia, Cementos Curazao es una de las fábricas distintivas de la localidad portuaria de Mariel, en Artemisa, no solo por su longevidad y elevados niveles productivos, sino también por la solidaridad de su colectivo laboral.

Con su casi medio siglo de existencia, Cementos Curazao es una de las fábricas distintivas de la localidad portuaria de Mariel, en Artemisa, no solo por su longevidad y elevados niveles productivos, sino también por la solidaridad de su colectivo laboral.
Ejemplo reciente, el apoyo brindado a las provincias orientales afectadas por el huracán Matthew, principalmente a la localidad de Baracoa, en Guantánamo, adonde llegó el cemento a través de un puente de hermandad que unió a esta porción artemiseña -por vía marítima- con Santiago de Cuba y de allí se trasladó por carretera hasta los dominios del Guaso.
Sus trabajadores también mostraron sensibilidad con sus homólogos de los territorios cercanos a las zonas afectadas por los embates y enviaron clinker (materia prima determinante en la producción de cemento) al territorio santiaguero y al municipio de Nuevitas, en Camagüey, para que no se paralizara la producción en esas fábricas.
Y es que la grandeza de los de "Curazao" no se simplifica a los 98 años de existencia de la planta, sino a la pureza en los sentimientos de un colectivo que trabaja con sentido de pertenencia, nos hizo entender con su cálida acogida, Javier Cabrera, líder sindical del centro.
Conocida también como René Arcay, en homenaje a un trabajador que muere como resultado de la huelga general del nueve de abril, la entidad marieleña, se considera una de las pioneras en la industria cementera cubana y en la actualidad, la segunda más moderna desde el punto de vista tecnológico.
Se dice que en sus inicios era una gran consumidora de energía, pues laboraba con un proceso húmedo consistente en mezclar la materia prima con el agua y luego pasarla por un proceso de secado, lo cual requería de mayor tiempo para el logro del objetivo final.
Afortunadamente, desde hace algún tiempo todo el proceso es seco, lo cual garantiza el buen estado de salud de los trabajadores, pues existen electrofiltros alrededor de toda la planta que impiden la emisión de polvo. Estos dispositivos son reactivados en el caso de que se disparen o se detecte alguna rotura, explica el aforador Ernesto Rodríguez.
Certificada por la Norma de Calidad ISO-9000, mantiene una tecnología de rodillos capaz de mover 35 sacos por minuto, que llegan directo a los silos de almacenaje con capacidad para 10 mil toneladas cada uno.
Previo a ello, un trompo de ocho boquillas -completamente automatizado- mediante la técnica de presión de aire, se encarga del llenado de las bolsas, cuyo pesaje se controla, también de manera automática, hasta alcanzar un máximo de 42,5 kilogramos, antes de ser cerradas.
Rafael Pérez, operador de cintas, ayuda en el muestreo sistemático para garantizar que al cliente llegue el producto con el máximo de calidad y en la cantidad requerida, según el precio de comercialización establecido.
Un total de 52 obreros, divididos en dos brigadas, son suficientes para garantizar los planes del centro, que este año superó las 700 mil toneladas de cemento, sin contabilizar las más de cinco mil que fueron enviadas al oriente cubano en apoyo solidario a los damnificados del último huracán.
A 98 metros de altura, el punto más alto en el área del intercambiador de calor, donde se aprovechan los gases calientes de los hornos para precalentar la nombrada harina, se puede observar todo el ajetreo de la planta:
La cantera de donde sale gran parte de la materia prima, los grandes camiones que asimilan una tonelada de producto en cada viaje, los trituradores de piedras, la garita para pesar la mercancía antes de su salida al puerto, los silos de almacenaje, el área de despacho, la sala de mando y los laboratorios..., las pequeñas imágenes de esos hombres de inmensos corazones.