
Hay una escena recurrente en el imaginario de quienes nacieron en la cubana ciudad de Matanzas: la bahía de Guanima en toda su amplitud perfilada por el alumbrado nocturno, como señal de bienvenida para quien vuelve al hogar después de pocas horas, algunos días o muchos años.
Ese vínculo con la urbe de tantos ríos, puentes y poetas, que hoy 12 de octubre cumple 330 años de fundada, traspasa fronteras físicas y límites culturales para unir a personas de creencias e idiosincrasias muy diferentes entre sí, pero con un origen común.

San Carlos y San Severino de Matanzas, que nació en el año 1693 como ciudad y no como villa, existe a pesar de los embates del tiempo y la desidia en un ejercicio perpetuo de resiliencia gracias, sobre todo, al más valioso de todos sus tesoros: su gente
El ímpetu de sobreponerse a las dificultades que sin dudas debió caracterizar a aquellas 33 primeras familias, procedentes de Islas Canarias, está presente hoy en quienes por azar o por vocación hacen su vida en esa misma región ubicada a unos 100 kilómetros al este de La Habana. Puede ser también que quienes con orgullo se hacen llamar matanceros lleven dentro la fiereza de aquellos protagonistas del primer acto de rebeldía aborigen en Cuba del cual existe referencia documental, ocurrido en las aguas de la rada local en 1510, suceso al cual todavía se le debe un monumento a la medida.
A un lustro del amplio programa de obras que la estremeció en el entonces aniversario 325, la urbe vuelve a engalanarse en la era de la pospandemia, pese a las desgarraduras provocadas por la crisis económica con impacto en la sociedad y la conservación del patrimonio material e intangible.
La urbanización de la calle Comercio en las márgenes del río San Juan, la construcción de un parador fotográfico en la calzada General Betancourt, la reapertura de la sala principal de la biblioteca Gener y Del Monte, y la continuidad de los trabajos en la calle de Medio, dan cuenta de un esfuerzo extraordinario en tiempos duros.

No por cotidiana es menos relevante la preservación del trazado original de sus calles en el Centro Histórico, Monumento Nacional y conocido como el segundo más extenso de Cuba, donde se ubican íconos arquitectónicos como el teatro Sauto, la Botica Francesa de Triolet, el Cuartel de Bomberos, y varios puentes centenarios.
Al ciudadano común se le debe todavía una mayor diversidad de opciones para el disfrute de la cultura como los cines, servicios a precios razonables, y la erradicación de barreras físicas en el espacio urbano que hoy dificultan el movimiento de personas con discapacidad. Cada 12 de octubre en la ciudad de Matanzas vale la pena celebrar, no solamente por las pasadas glorias, sino también para renovar el compromiso con un futuro más próspero para sus moradores, que anime a volver a quienes desde lejos la añoran. ( Roberto J. Hernández, ACN)