Manuel Fajardo: el médico, el patriota, el Comandante

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ACN - Cuba
Marta Gómez Ferrals
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27 Noviembre 2023
Foto: Archivo

Vino al mundo en el seno de un hogar humilde, sostenido por la entereza, y aunque se llamó Manuel Fajardo Rivero, todos lo recuerdan cariñosamente como Piti o Comandante Piti Fajardo, por el mote cariñoso recibido en la niñez, ratificados por la historia patria.

  Su caída en combate el 29 de noviembre de 1960, a pocos días de su cumpleaños 30, todavía consterna y llena de memoria agradecida a sus compatriotas y sobre todo a los jóvenes dentro de cuyas filas fue un cubano destacado.

   Murió cuando cumplía acciones de dirección en el enfrentamiento a la sucia y criminal guerra interna organizada por la CIA y el Gobierno de Estados Unidos con la participación de la contrarrevolución interna y mercenarios en las montañas enhiestas de la Sierra del Escambray.

   Médico cirujano de profesión, de complexión delgada y semblante en el cual su profunda nobleza imprimía el sello, el Comandante Piti Fajardo había desempeñado a cabalidad y con el coraje que siempre lo acompañó su misión en ese nuevo escenario de combate dado por la Revolución, inmersa también en sus albores transformadores y raigales.

   Estaba feliz y entusiasmado en las vísperas de una visita de descanso a sus familiares, cuando fue sorprendido arteramente y a mansalva.

   Había ganado merecidamente el grado de Comandante del Ejército Rebelde, pocos años antes, en las montañas de la Sierra Maestra, el histórico enclave donde el líder de la Revolución cubana había fundado esa fuerza libertaria para ganar la justicia.

   Y en medio de los fragores de combates y escaramuzas en los que participaba el cirujano Piti supo combinar el uso de su bisturí y algún instrumental del que tal vez pudo disponer para curar heridas y restañar la salud de sus compañeros de tropa. No dejó de cumplir su deber profesional y humanista en todo momento.

   “El doctor de verde olivo”, como una muchacha inspirada lo llamó, comparte sitio dentro de la legión de muy jóvenes patriotas cubanos como Ignacio Agramonte, Julio Antonio Mella, Rubén Batista, José Antonio Echeverría, Rubén Martínez Villena, Abel Santamaría, Josué y Frank País, los mártires de Humboldt 7, Camilo Cienfuegos, Urselia Báez, las Hermanas Giralt, Clodomira Acosta, Renato Guitart y tantos otros que ofrendaron su vida cuando su hora estaba llena de promesas.

   Aquel joven de impronta algo tímida si se le miraba fugazmente, era en cambio una persona muy sociable, conversadora, que sabía cultivar los afectos y las buenas amistades. Gentil y afable, bromista respetuoso, además gustaba del baile en las fiestas con amigos.

   Tenía un alto sentido del deber y elevados principios lo vincularon al combate por la libertad de Cuba y la justicia social.

   Nació en la ciudad  suroriental de Manzanillo el 8 de noviembre de 1930, y era hijo de la doctora Francisca Rivero Arocha, persona que desempeñó un importante rol en su formación, más allá del correspondiente por los deberes maternales. Muchos de los contemporáneos de ambos juzgan que la querida Doña Francisca forjó conscientemente su patriotismo.

   En él la madre había inculcado el temple de una mujer negra, pobre y humilde que se convirtió en la primera cubana de su condición en titularse en Medicina en tiempos en que la falta de recursos y color de la piel dictaban de manera inexorable el destino de cualquier persona en Cuba.

   La doctora Doña Francisca sobrevivió a Piti hasta edad avanzada en medio del respeto y la admiración de familiares y de quienes la rodeaban.

   Entre madre e hijo, desde siempre, reinó una gran compenetración pues ella tuvo que criarlo prácticamente sola.

   Una vez graduado en La Habana como galeno en 1955, el inquieto Piti poco a poco comenzó a incorporarse al apoyo a la lucha clandestina y acciones del Movimiento 26 de Julio en Manzanillo.

   Mientras trabajó en su ciudad natal como médico y cirujano de la clínica La Caridad, desde su sala de operaciones hizo intervenciones y curó heridos que les eran llevados en secreto desde escenarios de la Sierra Maestra, donde había nacido el Ejército Rebelde desde el 2 de diciembre de 1956.

   Eran tiempos muy duros en los cuales los servicios médicos no eran gratuitos en la Isla, pero él siempre mostró, al igual que a su progenitora, una constante vocación de ayudar a los más pobres, sin aceptar remuneración cuando sabía que esta no le era posible al afectado.

   Se incorporó de lleno a las filas rebeldes el  24 de marzo de 1958, después de probar activamente en Manzanillo su patente y valiosa colaboración con los “alzados” o revolucionarios.

   Había llegado ese momento porque, expuesto casi a la vista de todos, ya era muy peligroso continuar con su “vida normal” cada vez más implicada en la insurrección armada.

   No lo miró como una mera obligación o afectación a su profesión de galeno, pues fue muy voluntaria su decisión de convertirse en soldado de la Revolución, que ganaba tanto terreno y simpatía en llanos y montañas del Oriente.

   Combatió  en las zonas de Santo Domingo, Providencia, Cuatro Caminos, Las Mercedes, El Jigüe, Cerro Pelado, Veguitas, El Meriño y El Salto, y esto le hizo ganar el grado de capitán. De él expresó el Comandante de la Revolución Juan Almeida Bosque: “Era un combatiente con el bisturí en una mano y el fusil en la otra”.

   Luego integró las fuerzas dirigidas por Eduardo “Lalo” Sardiñas, la llamada Columna 12 Simón Bolívar, la cual respaldó el golpe dado al cerco de las tropas batistianas que pretendían detener a las columnas invasoras de Camilo y Che, en la ofensiva rebelde a Occidente.

   Y sobresalió en combates de la región cercana a la antigua Victoria de Las Tunas: Puerto Padre, Jobabo y Holguín.

   La victoria revolucionaria le deparó tiempos felices de construcción de su propia familia, en la que nació una niña, y en la dirección del Hospital Civil manzanillero, tarea cumplida con ahínco y alegría cuando ya ostentaba los grados de Comandante.

   Dirigió más tarde el  Hospital Militar de Santiago de Cuba y después, por decisión del Comandante en Jefe Fidel Castro, asumió la construcción de la Ciudad Escolar Camilo Cienfuegos, en el Caney de las Mercedes, estribaciones de la Sierra Maestra, cuyo curso fundacional inició el 26 de julio de 1960, con una matrícula de 500 Camilitos.

   Cuba, agradecida, ha sabido recordar a Manuel Piti Fajardo sembrando centros escolares, hospitales, consultorios, policlínicos, cooperativas agropecuarias, unidades industriales, campos deportivos y otras instalaciones con su nombre.

   Una alta distinción, también con su apelativo, sirve para el homenaje a altos exponentes de su profesión. Pero lo más importante es que el Comandante Fajardo sigue entre nosotros, no solo en los nombres o distinciones, sino también por lo que simboliza. (Marta Gómez Ferrals, ACN)