Gonzalo Martínez Villa es apenas uno de los cerca de 300 pacientes que mensualmente acude al Instituto de Cardiología y Cirugía Cardiovascular, ubicado en 17 y Paseo, El Vedado, en La Habana, para utilizar su moderno gimnasio.
Más de cuatro millones de veces ha latido su corazón desde que este villaclareño de nacimiento recibiera gratuitamente una operación de baipás en noviembre del 2008, en el prestigioso hospital Hermanos Ameijeiras, debido a la obstrucción de sus arterias coronarias.
Gonzalo, como muchos otros cubanos que en 1961 dieron el paso al frente al llamado de la Revolución, participó en la Campaña de
Alfabetización para luego concluir sus estudios de técnico de nivel medio en Construcción naval en Polonia.
Por varios años trabajó en la Marina de Guerra Revolucionaria y en otros centros vinculados a su especialidad, hasta que hace ocho años, mientras cumplía una misión de colaboración técnica en Venezuela, comenzaron sus problemas de salud.
Dice que allí lo atendieron enseguida médicos cubanos en un Centro de Diagnóstico Integral y que lo regresaron a la Isla para continuar
el estudio de su caso.
Todo concluyó con una operación que tardó cerca de cuatro horas, recordó Gonzalo mientras conversaba con la ACN, aunque la expresión de su rostro denotaba lo traumático de un suceso de esta índole, sobre todo si sucede de imprevisto.
En febrero del 2009 comenzó su recuperación en el gimnasio del referido Instituto, donde recibe asistencia especializada desde entonces, además de ciclos de conferencias que lo ayudan a conocer sobre su enfermedad, las dietas a seguir y las actividades que debe evitar.
Las relaciones humanas aquí son muy buenas, somos una gran familia que se ayuda en todo lo posible, aseguró emocionado.
Para este hombre de 71 años, que integra la asociación del centro llamada “Amigos del Corazón”, en estos espacios comprendió que la falta de ejercicios, una inadecuada cultura alimenticia y el mal hábito de fumar incidieron en el desarrollo de su padecimiento.
Al indagar sobre el rol de la familia en su recuperación, se limitó a responder entre risas y lleno de gratitud: “mi mujer, ella es mi enfermera personal”.
Agradecido eternamente por recibir una atención especializada a tiempo y de excelente calidad, y consciente de que los servicios de
salud en Cuba son gratuitos, pero cuestan, Gonzalo es un ejemplo palpable del quehacer de la nación en pos de prevenir, controlar y
tratar las patologías cardíacas.