La Batalla de Guisa, diez días que catapultaron la victoria

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ACN - Cuba
Marta Gómez Ferrals
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28 Noviembre 2024

 La Batalla de Guisa fue la primera, en orden cronológico, de las tres últimas grandes batallas decisivas libradas por el Ejército Rebelde en su ruta indetenible en aras del  triunfo, extendida por diez días -del 20 al 30 de noviembre de 1958-, al mando del Comandante en Jefe Fidel Castro en acción contundente que se alzó con la victoria frente a las desmoralizadas tropas de la dictadura.

   Los combates en Santa Clara y en Yaguajay fueron las otras mencionadas y exitosas operaciones, ocurridas bajo la dirección de los Comandantes Ernesto Che Guevara y Camilo Cienfuegos, respectivamente, casi convergentes en esa etapa que vino a ser el puntillazo de la Ofensiva Final de los insurgentes, hecho realidad en aquel ardiente verano cubano.

   Un sabor muy amargo tuvo a pesar de la alegría el gran momento épico marcado por las bajas de patriotas, entre los que se encontraba el hombre de vanguardia llamado Braulio Coroneaux.

   A esas alturas las fuerzas del tirano Fulgencio Batista mostraban su incapacidad de tomar la iniciativa  en el campo de batalla y solo les restaba la peregrina idea de que tal vez sus mandos, efectivos y medios lograran hacerse fuertes nuevamente desde ciudades, poblados, cuarteles y posiciones fortificadas, con la ayuda de la aviación; y así frenar el avance del ejército popular.

   El fuego enérgico de los rebeldes impidió que consiguieran tal propósito en esos diez días mediante la utilización de minas; uno a uno resultó paralizado cada intento desesperado de los llamados casquitos, a pesar del apoyo  aéreo y de tanques del ejército del tirano.

   En la estrategia de los revolucionarios se priorizó de antemano el cerco a Santiago de Cuba y la toma de la ciudad de Guisa, a pocos kilómetros de Bayamo, sede central de la dirección castrense, posiciones que era imprescindible neutralizar para la conquista de la segunda capital del país.

   Así se llega al momento: el 20 de noviembre tropas dirigidas personalmente por el Comandante en Jefe Fidel Castro, se aprestaban a tomar Guisa y aceptar el reto de enfrentar a las fuerzas enemigas en una guerra en la que alrededor de 180 guerrilleros, incluyendo una escuadra femenina del Pelotón Las Marianas, lucharon con coraje y derrotaron a cinco mil soldados apertrechados con tanques y artillería.

   Una suerte de antesala de tal victoria representó la inocultable derrota en agosto del 58 de la llamada Ofensiva de Verano organizada por la tiranía hacia la Sierra Maestra, con más 300 muertos y 443 prisioneros, y que permitió a los guerrilleros ocupar gran cantidad de armas y medios.

   Desde el mismo corazón de la serranía, la emisora Radio Rebelde trasmitió el 13 de noviembre las órdenes del Comandante en Jefe Fidel Castro a los frentes insurgentes en la región oriental, a las columnas invasoras de los Comandantes Camilo Cienfuegos y Ernesto Che Guevara en el territorio central y al movimiento insurreccional en todo el  país para impulsar las acciones contra la dictadura de Fulgencio Batista.

   La batalla se inició el 20 con el fuego certero de la ametralladora calibre 50 del Capitán Braulio Coroneaux, contra los refuerzos que transitaban por la carretera de Bayamo, y que dejó varios muertos.

   Braulio, sobresaliente por su coraje y pericia con su arma de combate, se desempeñó antes como militar pero en rechazo a los crímenes y atropellos dictatoriales comenzó a conspirar, fue detenido y logró escapar para unirse al Ejército Rebelde en el cual por su valor se ganó sus grados.

    Gran confianza depositó Fidel en él debido a la seguridad en sí mismo y la habilidad y precisión para manejar la ametralladora, a tal extremo que en medio del nutrido fuego el Líder podía reconocer el tableteo, entre todas, del arma de Coroneaux, lo cual lo llenaba de regocijo.

   Su último combate lo libró el 27 de noviembre desde la trinchera con su ametralladora en una elevación conocida como Loma del Martillo, situada en posición estratégica que dominaba la entrada y la salida principal a Guisa, durante uno de los intentos finales del ejército por romper el cerco.

   El disparo de un tanque Sherman impactó en su posición y lo mató instantáneamente.

   Aquella baja tan sensible causó hondo dolor al Jefe y a sus compañeros.

   Por su heroísmo y relevantes cualidades Braulio fue ascendido póstumamente al grado de Comandante y la loma que defendiera al precio de la vida hoy ostenta su nombre.

   El 30 de noviembre la desmoralización dominó a las tropas sitiadas y los soldados abandonaron o mejor dicho pusieron pies en polvorosa, alejándose del campo de batalla, por lo cual gran cantidad de armamento quedo a la intemperie.

   Cerca de 200 bajas se contabilizaron en las fuerzas batistianas, entre muertos y heridos, les fueron ocupados 14 camiones, un tanque y municiones y pertrechos de todo tipo que permitieron armar nuevas unidades rebeldes para finalizar la última guerra liberadora por la dignidad nacional, que trajo la justicia a todo el pueblo cubano el Primero de Enero de 1959.