Elegía a Mariana, la estoica y amorosa mambisa

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ACN - Cuba
Aída Quintero Dip | Foto: Archivo
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25 Noviembre 2025

   Una Mariana como muchas mujeres de su tiempo y el nuestro, pero a la vez única y excepcional, tuvo el privilegio de tener Cuba; se apellidó Grajales Cuello y dejó un legado inmenso para las actuales y futuras generaciones, por representar a los seres con el don de la maternidad y aportar héroes en la lucha por la independencia del colonialismo español, en el siglo XIX.

    Esta nación se inclina ante su memoria, su vida y su obra que constituyen fuentes de inspiración constantes y la evoca este 27 de noviembre, cuando se cumplen 132 años de su muerte, ocurrida en el exilio, en Jamaica, en 1893, a los 78 años.

    Ella sobresalía por la capacidad de anteponer a sus sentimientos, los anhelos libertarios de su tierra esclava.

   “Pobre Mariana, murió sin ver a su Cuba libre, pero murió como mueren los buenos, después de haber consagrado a su Patria todos sus servicios y la sangre de su esposo y de sus hijos. Pocas matronas producirán Cuba de tanto mérito, y ninguna de más virtudes”.

    Una de las más impactantes valoraciones en torno a su fallecimiento la ofreció el mayor general José María Rodríguez Rodríguez (Mayía), un patriota que la respetó y admiró en los campamentos y escenarios de batallas en la contienda emancipadora y, enterado tarde de la triste noticia, dijo meses después del suceso esas palabras que la retratan fielmente.

    Cuando José Martí conoció tan dolorosa pérdida se encontraba en Cayo Hueso, y el 12 de diciembre de 1893 escribió en el periódico Patria, entre otras expresiones de respeto y congoja hacia la excelsa patriota: “Si me hubiera olvidado de mi deber de hombre, habría vuelto con el ejemplo de aquella mujer.”

    Su hijo Antonio inscribió el deceso de la madre, igual que el del padre y el Pacto del Zanjón como los tres sucesos en que “en mi agitada vida de revolucionario cubano, he sufrido las más fuertes y tempestuosas emociones de dolor…”.

    Reseñas históricas de la familia Maceo-Grajales reflejan que a bordo del guardacostas Baire son trasladados a Cuba sus restos a los casi 30 años de la muerte en tierra jamaicana, para sembrarlos cual fértil semilla en la tarde del 24 de abril de 1923, en la necrópolis santiaguera, escoltados por veteranos de la guerra de independencia.

    Ante su grandeza palidecen los elogios. Como mambisa, Mariana fue estoica y como madre ejemplar; ningún motivo la apartó de sus intereses y decisiones. Con energía les hizo jurar de rodillas a sus hijos libertar a la Patria o morir por ella, aunque su corazón latiese fuerte ante el peligro de caer en combate, por heroica que fuera, de algunos de sus descendientes.

    Se le reconoce como progenitora excepcional, la que parió 14 hijos, educó hombres y mujeres virtuosos y logró la supervivencia a 11 vástagos en el ejercicio de las mejores cualidades humanas. Resultó inflexible en la disciplina, pero también amorosa, se las ingenió para forjar una familia sustentada en sólidos valores, unida ante el dolor y la prosperidad.

   Incansable, voluntariosa, transgresora, curó heridos en los hospitales de campaña y arengó a los convalecientes estimulándolos a que, una vez repuestos regresaran con más bríos a los campos de batalla. Así se coloca en los sitiales más altos por su lección de nobleza y decoro.

    En su vida arriesgada, pero edificante, Mariana Grajales conservó la dulzura propia de su maternidad, por lo que se le recuerda con sus ojos de madre amorosa y pañuelo en la cabeza, cual si fuera una corona. Y sin un momento de flaqueza, viviendo en cuevas, cruzando ríos, subiendo montañas, en ese cuarto de siglo en combate sin interrupción por la soberanía del país.

   Quedó para siempre en su tierra natal, en el verso vibrante de Navarro Luna: “¡Es Santiago de Cuba! ¡No os asombréis de nada! ¡Por allí anda la madre de los héroes! ¡Por allí anda Mariana! (…) Allí las madres brillan como estrellas heridas y enlutadas. Recogieron el cuerpo de sus hijos derribados por balas mercenarias, y, después, en la llama del entierro, iban cantando el himno de la Patria (…)

   Y en la ciudad donde nació el 12 de julio de 1815 se le evoca sin llanto, para honrar a la madre de los bravos Maceo, entre ellos Antonio y José; y con flores de tributo ante su tumba que desde el 10 de octubre de 2017 se halla en el área central del cementerio patrimonial Santa Ifigenia, junto al Héroe Nacional José Martí, el Padre de la Patria Carlos Manuel de Céspedes y el eterno líder Fidel Castro.

    Las madres de hoy la tienen justamente como paradigma, beben de su ejemplo y consideran que lo más importante es venerarla cada día, para que las nuevas generaciones se pertrechen de su legado y se formen con el espíritu de ella como ser humano y en la forja y educación de sus descendientes.

    En la actualidad, cuando su amada Patria vive situaciones socio económicas muy complejas, la remembranza de Mariana Grajales Cuello sirve de estímulo para obrar en pos del bien común, porque su resiliencia y entrega aún conmueve y enseña que cualquier obstáculo puede dominarse si hay voluntad y compromiso.