¿El Sol en Cuba calienta en el invierno y en el verano?

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Lino Lubén Pérez
920
17 Marzo 2017

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Si el establecimiento del horario de verano constituye una práctica internacional, Cuba tiene sobradas razones para instituirlo porque recibe por día una radiación solar equivalente a la energía que pueden producir 50 millones de toneladas de petróleo.
Quizás alguien puede pensar que en semejantes condiciones pudiéramos disponer del eterno estío, incluido nuestro polémico invierno, pero el hecho es que la implantación del horario de verano responde a la necesidad de una mayor utilización de la luz natural.
Desde luego, eso último no ocurre con la intensidad requerida en la temporada seca de nuestro clima tropical, de noviembre a abril, y cuando la temperatura oscila entre 18 y 21 grados Celsius.
En consecuencia, desde el sábado 11 de marzo hubo que adelantar una hora las manecillas de los relojes, al igual que se hace en los países de América del Norte, hasta el onceno mes del año para retornar a la normalidad.
Con esta medida es incomparablemente superior el uso de la luz natural en el horario de mayor demanda o pico.
Una u otra, lo cierto es que influyen en la disminución de la
demanda máxima del Servicio Electroenergético Nacional, en una
disposición que en el país se aplica con regularidad desde la década de los años 60 del siglo pasado.
No obstante poderse extender a todo el año, especialistas cubanos en la materia solicitan a la población que tanto en sus hogares como en los centros de trabajo adopten medidas que contribuyan al ahorro de energía eléctrica.
Son tan útiles y beneficiosas que pueden servir lo mismo para el invierno que para el verano, cuando el sector estatal restringe su utilización en favor del residencial: el mayor consumidor.
En los meses de verano los días son más largos, por lo que resulta factible la modificación del horario sin afectar por la mañana la entrada de los estudiantes a las escuelas y de los trabajadores a sus centros, ya que el inicio del crepúsculo siempre ocurre antes de las 7:20 de la mañana.
En esencia, se trata de aprovechar la luz natural y evitar que
coincida en el período de cinco a nueve de la noche, cuando se dispara el consumo, con la cocción de los alimentos.
¿A quién no le conviene que los equipos electrodomésticos alarguen su vida útil? Ello lo logramos si el refrigerador lo mantenemos cerrado, al tomar lo que se necesite de una sola vez y con rapidez, además de descongelarlo con regularidad y sin colocar en su interior alimentos calientes.
En el caso del televisor, no utilizarlo como si fuera un aparato
radial, y solo encenderlo cuando desee ver algún programa de su agrado, e incluso mantener bajos los niveles de iluminación en el lugar donde está instalado, para impedir los reflejos en la pantalla y economizar iluminación.
Respecto a la plancha, no usarla en el llamado horario pico por ser muy gastadora de energía, graduar el termostato según el tipo de tela, revisar la superficie del equipo, que siempre debe estar lisa y limpia, y planchar la mayor cantidad de piezas en una sola ocasión.
En cuanto al ventilador, no lo deje encendido por gusto en la
habitación, hay que darle mantenimiento, y colocarlo donde haya circulación de aire para que refresque más y sobre superficies regulares, a fin de evitar posibles vibraciones.
Si pone su aire acondicionado debe mantener bien cerradas las puertas y ventanas de su cuarto y encenderlo después de las 10 de la noche.
En materia de iluminación, apague la luz cuando no la necesite, no encienda la hornilla eléctrica hasta el momento de usarla y trate de cocinar temprano para disponer de mayor tiempo de descanso personal y del sistema electroenergético nacional.