El mar y sus miedos

Compartir

Marta Hernández Casas| Foto: Internet
449
18 Diciembre 2016

Cayo Las Brujas. Foto: Internet

Santa Clara, 18 dic (ACN) Desde el inicio de la navegación los hombres adoraron y temieron al mar, de esos sentimientos nacieron mitos leyendas y actitudes que persisten en la actualidad, aún cuando impera la tecnología en todas las marinas del mundo.

En estos tiempos, cuando la ciencia puede hacer desaparecer los temores y misterios de la vida cotidiana, muchos pescadores y marinos respetan creencias ancestrales y aseguran que los aparecidos existen y la niebla es el escondrijo perfecto para enormes animales, y también oculta islas enteras.

La cayería norte de Villa Clara no escapa a ese encanto místico y mantiene sus leyendas tan vivas como en los momentos cuando surgieron.

Recuerdan los costeños que Cayo La Brujas recibió su nombre, hace muchísimos años, por la cantidad de fantasmas, apariciones y ruidos que impedían a los isleños conciliar el sueño en las tranquilas noches marineras.

Muchos detractores de estas narraciones aseguran que eran actos provocados por amantes infieles para desviar la atención de los vecinos y poder encontrarse tranquilamente.

Caibarién es todavía pródigo en historias que la oralidad conserva y trae hasta el siglo XXI, las cuales incluso bautizaron a los islotes con los nombres que aún mantienen.

Entre ellas está la de un joven enamorado que sufrió el dolor de ver como las brujas de la zona le raptaron a su amada para que no pudieran consumar su amor, esa realidad lo hizo padecer mucho y comenzó a beber desmedidamente, por esa razón a ese pedazo de tierra ubicado al norte de Cuba aún se le conoce como Cayo Borracho.

Todas las personas que visitan la ínsula aseguran que escuchan los rumores del mar como si susurrara un lamento, además, en la tarde, cuando el sol tiñe de variados colores el horizonte todavía ven las siluetas de las brujas, allá en la lejanía.

No faltan en las narrativas los relatos de pescadores victimas de pequeños seres, como es la que reseña el caso del viejo Juan, quien una noche, cuando estaba a punto de dormirse, sintió que lo llamaban, se levantó de su columbina, y no más abrió la boca para preguntar: -¿quién anda ahí? se tragó siete negritos chiquirriticos.

Dicen los conocedores que el hombre de inmediato sintió escalofríos, temblores y una fiebre muy alta que no se bajaba con nada, ni con remedios de hierbas, ni baños de agua fresca, luego con los claros del día navegó, como pudo en su chalupa hasta tierra firme.

Lleno de misterio y terror está Cayo Majá, todas las generaciones conocidas de pescadores de langostas dicen que ese islote arde inesperadamente de punta a cabo como por arte de magia, por eso no tiene una hermosa vegetación como el resto de los cayuelos, y su paisaje trasmite tristeza.

Los malos augurios que acompañan a Majá llevan a los langosteros a fondearse lejos para poder dormir porque muchos afirman que en la orilla de pronto el viento sopla con mucha fuerza, como si el monte se virara al revés.

Sin importar los adelantos técnicos, la instrucción de los pescadores, y la ciencia al servicio del hombre, estas y otras historias permanecen en el imaginario popular, e integran la vida diaria de los hombres y mujeres que de generación en generación han crecido frente al mar y conocido todos sus miedos.