El 27 noviembre de 1871, en La Habana, ocho estudiantes de Medicina, acusados de supuestamente profanar la sepultura del periodista español Gonzalo Castañón, fueron fusilados. El bochornoso crimen quedaría grabado en la historia de la nación como un reflejo de la feroz represión del gobierno de la colonia contra los independentistas cubanos.
En la tarde del 24 de noviembre de 1871, algunos alumnos del primer curso de Medicina, ante la demora del profesor Pablo Valencia y García, se dirigieron al cementerio de Espada, muy próximo al Anfiteatro Anatómico.
Durante el recorrido, Anacleto Bermúdez, Ángel Laborde, José de Marcos y Juan Pascual Rodríguez vieron el vehículo, en el cual condujeron cadáveres destinados a la sala de disección, montaron en él y pasearon por la plaza que se encontraba delante del campo santo.
Por su parte, Alonso Álvarez de la Campa, de tan solo 16 años, cogió una flor que estaba delante de las oficinas del referido lugar.
Fue Vicente Cobas, vigilante del cementerio, quien hizo una falsa delación al gobernador político Dionisio López Roberts y afirmó que los educandos rayaron el cristal que cubría el nicho donde reposaban los restos de Gonzalo Castañón.
En un primer intento, Dionisio López trató de apresar a los estudiantes de segundo año de Medicina. Pero el profesor Juan Manuel Sánchez Bustamante lo impidió. Lamentablemente, no fue así con los de primero. La actitud cobarde del profesor Pablo Valencia posibilitó el encarcelamiento de 45, de sus 46 pupilos de Anatomía Descriptiva el 25 de noviembre.
Presionados por el Cuerpo de Voluntarios, y tras un juicio sumario, sin garantías legales, condenaron a muerte a ocho de ellos: Anacleto Bermúdez, Carlos Augusto de la Torre, Eladio González, Carlos Verdugo, Pascual Rodríguez, Ángel Laborde, José de Marcos Medina y Alonso Álvarez de la Campa. Sus edades oscilaban de 16 a 21 años.
Un año después, José Martí, deportado en España, rindió homenaje a los jóvenes fusilados, con el poema titulado “A mis hermanos muertos el 27 de noviembre de1871”.
En sus sentidos versos, dice: “Cuando se muere// En brazos de la patria agradecida// La muerte acaba, la prisión se rompe; // Empieza, al fin, con el morir la vida!”.
Los cubanos nunca olvidaron ese hecho, considerado uno de los crímenes más crueles del colonialismo español en Cuba. Y cada 27 de noviembre, se realiza una peregrinación desde la escalinata de la Universidad de La Habana hasta el monumento en Prado y Malecón, donde se honra su memoria.
