Un libro de anatomía, uno de matemática y uno de composición, entre otros, y algunos regalos para sus alumnos que impacientes le esperaban en San Ambrosio, además de sus pertenencias personales, llevaba consigo Conrado Benítez García el cinco de enero de 1961, cuando la banda encabezada por Osvaldo Ramírez segó su vida en Las Tinajitas, antigua provincia de Las Villas.
Contaba con 18 años de edad y su único delito fue combatir contra la incultura que atenazaba a la población cubana. Al llamado de la Revolución triunfante se formó como maestro voluntario en la Escuela de Capacitación de Minas del Frío, en plena Sierra Maestra.
Concluida esa etapa, se incorporó a la escuela situada en la finca San Ambrosio, en la central zona montañosa del Escambray, donde operaban bandas de alzados contra los poderes del Estado, fomentadas y apoyadas desde territorio estadounidense.
Nacido el 19 de enero de 1942, en Matanzas, su condición humilde lo obligó a contribuir desde pequeño en la búsqueda del sustento familiar, y lo hizo como limpiabotas y panadero, actividades que le posibilitaban dedicar las noches al estudio con la esperanza de hallar horizontes más prometedores, lo que solo encontró tras el triunfo de la Revolución.
Por eso estuvo entre los que no dudaron en sumarse al contingente de maestros voluntarios, condición que unida a la de ser joven y negro conformaron las tres razones por las cuales fue asesinado, según señaló el Comandante en Jefe Fidel Castro el 23 de enero de 1961.
El dos de enero, de regreso de un pase por fin de año, se dirigió a Santa Clara donde recogió a una compañera que también daba clases en la apartada zona donde estaba ubicado, y de allí siguieron viaje. Era el cuatro de enero y atardecía. Un campesino les recomendó no seguir subiendo porque los alzados andaban por el lugar.
La muchacha decidió pernoctar en casa de un vecino que vive cerca, pero Conrado continúo el ascenso, convencido de que le daría tiempo a llegar antes de que cayera la noche y sobre todo, apurado por entregar sus regalos a los muchachos.
Solo y en medio de la noche cerrada, después de comer en donde siempre, se dirigió al sitio donde tenía aula y dormitorio. No llegó nunca. Golpeado y vejado, los bandidos lo arrastraron hasta campamento de Osvaldo Ramírez, allí el cabecilla contrarrevolucionario le prometió perdonarle la vida si se unía a su banda, pero los 18 años del maestro se alzaron desafiantes respondiendo que es ante todo revolucionario y no traicionaría a su pueblo.
La ira creció entre los alzados. Proliferaron los gritos y los golpes y durante un buen rato se divirtieron con la indefensión del muchacho. Alguien grita ¡Comunista! a ti lo que hay es que ahorcarte. En la madrugada del cinco de enero los bandidos le hicieron un “juicio” en el que lo acusaron de comunista presentando como prueba su carnet de Maestro Voluntario. Fue ahorcado de una guásima bajo pedradas y pinchazos.
Pretendíeron con ese crimen sembrar el terror entre las familias de los maestros y sus alumnos y frustrar la campaña de alfabetización que apenas comenzaba, pero el pueblo respondió y lejos de ese pronóstico Conrado Benítez se multiplicó hasta convertirse en un formidable ejército de 100 mil alfabetizadotes.